Tristemente los inmigrantes ocupan cada vez con más frecuencia las secciones de nuestros periódicos y de otros medios de comunicación, pero siempre, curiosamente, aquellas secciones dedicadas a los sucesos, y en la mayoría de los casos de forma involuntaria. Hace unos meses fueron los rumanos, esta semana les tocó a los búlgaros y después a una mujer marroquí y a su bebé recién nacido. Asustados, solos y engañados, huían de un sistema que les oprimía y en el que se sentían cautivos, para encontrarse con otro sistema que en lugar de hacerles más libre consolidó su situación de esclavos.

Secuestrados en un piso deshabitado, en un club de alterne, en una plantación, de forma clandestina, a pocos metros de nuestras casas o de nuestros lugares de trabajo. Son víctimas que, como decía recientemente la presidenta de la asociación Todos iguales, todos legales, Silvia Moyano, "se jugaron el pellejo allá en su país y se lo están jugado acá". Por ello es responsabilidad de todos denunciar la explotación, en todas sus facetas, de estas personas, que han arriesgado su vida para encontrar un mundo mejor. ¿Es éste el "mundo mejor" que esperaban encontrar?