Los buenos artífices de lo suyo son también capaces de hacer prodigios con lo ajeno. Solo los excelentes están predispuestos. A los creadores les sobra iniciativa más allá de su obra, por eso pueden hacer bien tantas cosas a la vez. Algunos, además, pueden hacerlo sin otro interés que el beneficio de la comunidad y esto es lo más meritorio en estos tiempos en que la generosidad es tan necesaria.

Extremadura tiene hoy una fachada brillante en muchas cosas. No basta con que la casa esté bien por dentro --que lo está, a pesar de los problemas, gracias al avance de los últimos años, y la prueba es el episodio de Agallas--, además hay que tener un exterior atractivo y luminoso. Pues bien, en este frontispicio de la brillantez de Extremadura, por el que tanta gente nos reconoce fuera y en el que destacan tantas personas y entidades, ocupan un lugar de honor Jose Polo, Toño Pérez y su restaurante Atrio. No voy a descubrir ahora lo que Atrio y estos dos profesionales han aportado al prestigio de nuestra región en los últimos años. Ni voy a desvelar su talla empresarial, que les lleva a reinvertir sus beneficios en la tierra, con el espléndido hotel que están terminando en Cáceres y del que tantas cosas buenas esperamos. Pero tienen, además, la capacidad de hacer maravillas fuera de la culinaria.

En estos días de gozo por la apertura parcial del museo con una pequeña muestra de la Colección Helga de Alvear, cuando se publican tantas informaciones y comentarios sobre el tema, aún no he visto uno que haga justicia a Atrio y a sus artífices. Porque el logro para Extremadura de tan importante legado artístico nació aquí, en una conversación casual entre Jose Polo y Helga --que paró a comer en Atrio junto con otra persona a la que también se le debe parte de la hazaña, José María Viñuela --, cuando el restaurador le habló a la coleccionista de la posibilidad de dejar en Extremadura su tesoro y le propuso una reunión con Rodríguez Ibarra , entonces presidente de la Junta de Extremadura. Sin Atrio y sin Jose Polo seguramente la colección de Helga de Alvear hubiese ido a parar a manos del Estado o a otra comunidad autónoma diligente. Pero se quedó aquí y yo se lo quiero agradecer públicamente a Atrio y a Jose, como les agradezco la maravilla que han sabido crear él y Toño con Atriog. Extreordinarios de verdad.