Cada vez que ocurre un accidente en el que la víctima es célebre, joven o cercana, la opinión pública se moviliza en toda una serie de consideraciones sobre la desgracia acaecida… el dolor de la familia, cómo se produce… pero no pasan más de un par de días antes de que el foco de atención se vaya diluyendo. El accidente pasa pronto a un segundo plano, de suerte que nunca más se vuelve a comentar sobre el porqué del mismo, convirtiéndose en un dato estadístico más y perdiendo, excepto para familiares y amigos, su dimensión humana.

Se debe aprovechar la reacción de la sociedad movida por la sacudida emocional, para sacar conclusiones y poner en marcha medidas que eviten nuevas tragedias. Porque la opinión pública no se mueve en un sentido u otro por consideraciones basadas en el razonamiento. Incluso en los procesos electorales suele predominar lo emocional. Desde luego, en materia de seguridad vial, nadie hará nada que pueda entrañar sacrificios o renuncias con la simple publicación de datos estadísticos. Proximidad, la forma de producirse, la juventud, llaman muchísimo más la atención.

El final de la niñez y el principio de la adolescencia coinciden normalmente con una etapa de la vida humana en la que la persona necesita afirmar su personalidad ante sí mismo, ante su entorno inmediato y ante el conjunto de la sociedad. Como consecuencia de este periodo de autoafirmación, el conductor joven necesita demostrar a las personas más próximas y, tanto o más si le acompañan en el coche, hasta qué extremo la conducción carece de secretos para él, más si lo hace ilegalmente y si además se puede difundir a través de las redes sociales. Ello le lleva a desarrollar actitudes en las que de manera más o menos consciente asume situaciones de mayor riesgo. En bastantes ocasiones es perfectamente consciente de ese riesgo adicional, pero pese a todo lo asume voluntariamente y desprecia el temor que ello le podría producir, porque el sentimiento dominante es, obviamente, producto de su proceso de autoafirmación y de la necesidad de exhibir sus destrezas.

En esta época de sus vidas, padres, educadores y adultos cercanos deberían intentar encauzar ese afán de autoafirmación, de exhibicionismo en aficiones, actividades o prioridades que concentren menos riesgos. Morir en la carretera siendo joven es una tragedia que nunca podrán olvidar esas personas cercanas que quedarán marcadas de por vida.