Pasado el Día de las Fuerzas Armadas en Badajoz (que ha estado a la altura), actos celebrados con extraordinaria participación popular, la habitual diligencia militar y la destacada colaboración municipal caben, ahora, entre análisis e imágenes para el recuerdo, las anécdotas entre bambalinas. El tropezón de la Reina no resta protagonismo a su saber estar y su exquisita educación, saludando, en el transcurso del vino de honor, a todo el mundo hasta el punto de que tuvieran que ir a por ella porque no se cansaba de hablar con los invitados mientras que el resto de su familia ya se marchaba. Los Príncipes, accediendo a hacerse fotos con quienes se lo solicitaban y el Rey, acaparado por el ex presidente autonómico, completaron un cuadro de generosos profesionales.

A todos se les vio probar algo del ágape netamente extremeño, invitado por el Ministerio de Defensa pero ofrecido por el Ayuntamiento de Badajoz, detalle que fue obviado, por olvido o por maldad, en las invitaciones oficiales. Descuido que no habría trascendido si no fuera porque en el ofrecido por la Junta sí constaba el oficiante. El salto del paracaidista con la bandera de España fue una genialidad pero el día antes hubo más de un revolcón en los ensayos. Los que son anti ejército se habrán llevado las manos a la cabeza con los niños disfrutando con el aparataje militar en el paseo fluvial o los miles de espectadores en el despliegue aeronaval y mecanizado del Pico. El concierto, en la Plaza Alta, aparte del fresco, el sonido y la cháchara de los de detrás, una experiencia increíble y el susto del Arzobispo, el domingo, a punto de quedarse sin entrar en la tribuna de autoridades por no llevar acreditación, una anécdota más. La sección de picas con vestuario de los tercios de Flandes fue, para algunos, un guiño a los conquistadores aunque otros los identifiquen con el recurso de "trajes de época". En la televisión regional, donde nada se dijo de ovaciones y abucheos, si se habló del "descenso de la bandera" cuando en realidad se estaba arriando.

Y hablando de pitos (destacados por todos los medios nacionales) y aplausos, las distintas ovaciones al Alcalde se han ocultado o interpretado con ridículo celo. Cuando la libertad de expresión hiere al adversario es bienvenida pero cuando se vuelve contra uno se relativiza o censura.