THtace días, casi coincidiendo con la tramposa actuación de la concejalía de Cultura respecto a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, el señor alcalde nos proporcionó una perla más, para sumar a su ya nutrido repertorio. Pidió a Izquierda Unida que retirara la bandera republicana del balcón de su sede. Inconcebible. No por una cuestión de banderas, sino de osadía. Puedo entender que al presidente de la corporación municipal de Badajoz le produzca sarpullidos la bandera de la I y de la II repúblicas y de una parte mínima de la sublevación de 1936. Hasta ahí llego.

Pero no puede permitirse, por decoro, esas salidas de tono. Resulta que esa bandera, ideología al margen, es legal en España y hay jurisprudencia que lo avala. Y es así porque representó en un momento al Estado español. Puede usarse libremente, sin que nadie deba avergonzarse de ello. Pero es que últimamente la derecha española se pone como una hidra cuando se enarbola. ¡Pero si fue constitucional! Si hasta ellos o sus antepasados le juraron fidelidad, aunque luego perjuraran. Si la que no fue constitucional fue la del águila. No la bandera, que es más antigua, sino el escudo que llevaba.

Mire usted, señor alcalde, defienda usted su ideología como mejor sepa y pueda, pero no se olvide que lo es de todos lo badajocenses, también de los que sienten respeto por la bandera tricolor. No le pida a nadie que la retire de un balcón privado. Un respeto, don Miguel. Pero si detesta tanto los símbolos republicanos, por qué no sustituye la lápida que hay en el palacio municipal, esquina a San Juan. Es el escudo de la República. Fíjese en él y lea la inscripción. Sus idolatrados nacionales la colocaron en ese lugar y la respetaron.

Déjese de iconoclasmos. La bandera republicana representó todo lo bueno y lo malo que como españoles tuvimos en un momento. No reaccione ante ella como los vampiros ante una cruz. Esa bandera puede algún día volver a ser la nacional. Sin violencia; por democracia. La historia no se ha acabado. No salga usted con esas. Cuide sus impulsos. Deje las salidas de tono para su concejal de Cultura. Ella lo hace muy bien y ya sabe quién era Margarita Nelken.