Se han acostumbrado a andar un trecho para coger el autobús urbano, a que muchos taxistas se nieguen a entrar en sus calles y a tener que salir fuera del barrio para comprar medicinas, el pan o llevar a sus hijos al cole. En Los Colorines, hasta tienen que acercar a sus casas la bombona de butano si quieren tener agua caliente.