Las mañanas se estrenan limpias, como las calles, inmaculadas. Y pronunciar la palabra trae a mis ojos el azul clásico de las Vírgenes de Murillo. Como su cielo. Todo parece perfecto en esta ciudad elegante sin esfuerzo, haciendo olvidar, con esa languidez de sus maneras, las oscuras entrañas de las cámaras acorazadas de los bancos.

Un relieve en la torre del reloj nos muestra a la Republica, que acoge bajo su brazo protector: Geneve cite de Refuge. Se mezclan, así en la historia que indecente se repite, los relatos de los que piden asilo: Aquellos reformadores, los hugonotes tras la revocación del Edicto de Nantes, los que huyeron por causas políticas en las dos guerras. Y al igual que causa sonrojo y dolor, los miles de judíos a los que la Suiza neutral negó la entrada, las puertas que permanecen cerradas hoy hieren nuestras conciencias, como sobre la piel del extranjero lo hacen las concertinas de las vallas de Melilla, las alambradas de Hungría, el paralelo 38 entre las dos Coreas, o la pared del Sahara. Hablamos bienintencionados juristas de conceptos, delimitamos figuras, invocamos normas, sintiéndonos, inevitablemente, un poco mas vacíos. Exhaustos. Y mi turno se consume desgajando como un rosario de penas, las entretelas del miedo: Los ojos abismados de las niñas que escapan, además de una guerra, de matrimonios forzosos, precoces, de las mutilaciones genitales, las heridas abiertas de las mujeres explotadas sexualmente, de las traficadas. De las que pueden ser lapidadas por denunciar malos tratos. De los homosexuales que temen ser asesinados, arrojados por las azoteas. Del transexual denunciado por su propia familia, detenido, torturado.

La congoja se refleja en los ojos de los que me escuchan desde la atalaya de la civilización, conmovidos, buscando soluciones que parecen no llegar, pero que, esperanzados intentamos, buscamos, exigimos, enarbolando nuestras humildes togas, desde cada Tribunal, desde lo alto de cuantos estrados o cuantas columnas, como ésta, alcancemos, para dar voz a los que sufren, luchando contra la injusticia y la ilegalidad, con la fuerza del derecho.