Un camión de gran tonelaje de la empresa Transnivel que circulaba cargado de zahorra en dirección a la obra de construcción de la nueva Biblioteca del Estado se hundió ayer por la mañana literalmente en la calzada, a la altura del puente de la Universidad, cuando bajo sus ruedas el asfalto cedió por el peso. Afortunadamente el agujero se "tragó" el remolque y no la cabina, que quedó fuera, en posición casi vertical, y el conductor pudo salir por su propio pie, resultando prácticamente ileso.

El impactante accidente tuvo lugar pasadas las nueve de la mañana. En el bar Venero, que a esas horas está lleno, oyeron un enorme estruendo. "Parecía una bomba", contaba uno de los camareros. Se asomaron y no podían salir de su asombro. Según su testimonio, el conductor del camión bajó de la cabina para comprobar qué había ocurrido y al darse cuenta de que el vehículo seguía en marcha, volvió a subir para detenerlo.

Juan Antonio García, de 58 años, lleva "toda la vida con el camión", según el gerente de Transnivel, Jorge Rodríguez. Ayer se llevó "un buen susto", porque podía haber sido mucho más grave si el camión, de 26.000 kilos, se hubiese hundido por la cabina. Se quejaba de un brazo y fue trasladado al hospital Infanta Cristina donde permaneció en observación. "Lo principal es que no le ha pasado nada al hombre, los hierros se arreglan", subrayó el gerente.

El enorme socavón, de 12 metros de profundidad y hasta 7 de ancho, se abrió muy próximo al que se produjo la semana pasada en el paseo Fluvial y que provocó el hundimiento de un árbol. El socavón del árbol sucedió por la rotura del anillo de suministro de agua potable y el de ayer ocurrió por el hundimiento de un antiguo colector en desuso. Según explicó el jefe del servicio de Inspección de Aguas del ayuntamiento, Juan José Gómez, este colector lleva ahora agua, que procede del río cuando ha crecido o de alguna filtración. Se trata de una construcción de ladrillo con más de 150 años "y se ha venido abajo", señaló.

Para sacar el camión del socavón fue necesaria la intervención de dos enormes grúas que alzaron el vehículo simultáneamente, en una operación sincronizada para que la cabina subiese al mismo tiempo que la carga. Dos bomberos, subidos a una canastilla, se colocaron elevados junto al camión y engancharon las cadenas de tal forma que el vehículo fue elevado de forma vertical hasta colocarlo en la calzada. A simple vista solo se veía una rueda reventada, aunque el chasis debía estar muy afectado. Una excavadora esperaba a que terminasen de rescatar el vehículo para iniciar el tarea de sacar todos los escombros y la tierra del agujero y así poder inspeccionar el estado del subsuelo.

Juan José Gómez destacó que nada hacía prever que se pudiera abrir el socavón de ayer. Por la mañana estuvo inspeccionando el agujero próximo y al comprobar que había otro hundimiento al lado, ordenó que abriesen para ver qué ocurría. Se marchó y no le dio tiempo sentarse en su despacho cuando lo llamaron avisándole de lo ocurrido con el camión. "Menos mal que no ha pasado con un autobús", mascullaba.