No sería de extrañar que uno de estos días en la oficina de turismo algún turista preguntase cómo llegar al Canal de Badajoz. Lo más difícil para el técnico de la oficina no sería indicarle donde se ubica, sino explicarle el origen y la historia de este terreno, y ya no digo la propiedad, pese a todo lo que se ha dicho y se ha escrito en los últimos años sobre él.

Decir que este asunto ya aburre hasta a las ovejas podría resultar algo frívolo si ese trocito del canal, donde construyó Jardines del Guadiana, no costase más de 1.800.000 euros y si ese dinero, además, pudiera pertenecer a la ciudad, o sea, a usted, a su hijo, a su nieto, a mí... Pero sí habría que decir al equipo de gobierno y a los grupos de la oposición que ya va siendo hora de poner fin a esta historia, que empieza a parecerse cada vez más a esos seriales televisivos sobre tierras y herederos del tipo ´Falcon Creest´.

¿Qué cómo debe acabar? No soy yo quien debe dar la solución ni la razón, para eso está el equipo de gobierno. Pero ya sea por la vía judicial, la administrativa o la política, por favor, pongan fin a tanta confusión, y tomen una decisión, si no acabarán perdiendo algo más que el canal: la credibilidad.