TNti planes de empleo, ni ajustes económicos, ni la nacionalización de los bancos, no hay nada mejor para sobrellevar la crisis que meterte de lleno en el carnaval.

Sin querer trivializar con las difíciles circunstancias que viven muchas familias, la llegada de don Carnal desinhibe, refresca, divierte y entretiene. Y si no, pregúntenle a un comparsero si es o no es entretenido estar tres horas diarias pegando y cosiendo chorraditas a un traje.

Y ahí tienen a las murgas, riéndose e ironizando sobre todo cuanto pasa a su alrededor. No hay nada mejor para relativizar un problema que saber que le pasa a muchos y además, que te muestren su lado más cachondo.

Esa es la genialidad de una murga. Sacarle punta a la actualidad para entretener y hacer reír a la gente que les escucha. El resto: disfraz, escenografía e, incluso, la teatralidad, debería estar al servicio de ese objetivo.

Eso es para mí una murga y son las agrupaciones que más me gustan. Pero para gustos hay colores y, afortunadamente, en Badajoz, se puede elegir. Existen formaciones que le dan más importancia a la parte coral y artística de su actuación, sin buscar la chispa en su repertorio. No es criticable. Todo es carnaval. Pero puede ser que haya llegado el momento de establecer distintas categorías en el concurso de murgas de Badajoz. Y más cuando el número de grupos que participan superan ya los cuarenta. La patata caliente es para el jurado, que tiene que calificar con los mismos criterios actuaciones tan distintas.

En cualquier caso, estoy de acuerdo con los más viejos del lugar: la paulatina profesionalización del carnaval lo está alejando de la calle. La mayoría de las murgas piensan más en el concurso que en los cuatro días que tienen por delante. Y pasa igual con las comparsas. A muchas de ellas no se las ve hasta el domingo. Una situación que debería reconducirse para evitar que se pierdan las señas de identidad de esta fiesta.