TEtsta es la ciudad de los carteles costrosos. Se acumulan por doquier. En especial en el casco antiguo. Y nadie parece verlos, porque no observo a los viandantes especialmente inquietos con su presencia. A los que señalan los negocios, algunos ya inexistentes, se suman los de las obras públicas financiadas por unos y otros, los informativos y los indicadores. Pues bien, la mayor parte están descuidados, sucios, dañados. Ya no cumplen, ni de lejos, con su función original.

Hace muy pocos años un plan de dinamización turística dispersó toda una serie de menhires, con sucintas explicaciones sobre los monumentos y lugares destacados de la ciudad y, sobre todo, muchos logotipos. La mayor parte permanecen pintarrajeados, desgastados, comidos por el sol, apedreados- En definitiva, no cumplen. Ya no sirven. Afean. ¿Para qué se pusieron, si luego no se cuidaron y han acabado por ser un desdoro? Ya no ayudan, ensucian.

Y luego están las banderolas del Centro Comercial Abierto. Al parecer, iban a cambiarse periódicamente, para transmitir mensajes ilustradores o publicitarios.

Siguen allí las mismas colocadas en el primer momento. Pero, ahora, sucias; desgarradas, algunas, medio descolgadas, otras. Ya no engalanan ni dan un toque alegre. Son otra muestra de desaliño. ¿Se han olvidado ya los propósitos iniciales o es que se acabó el dinero que los adobaba? ¿Qué tienen que decir al respecto los promotores de la idea, tan interesados por Badajoz?

Todo esto es producto de la desidia, de la escasa diligencia que aqueja a esta ciudad adormecida. Ponga quien sea las indicaciones necesarias. Informar nunca es malo. Pero háganlo como es debido. No sumen mugre a la mugre. Conserven debidamente esas piezas de mobiliario urbano. Porque, en el estado actual, más que servir provocan rechazo y no favorecen nuestra imagen como ciudad. Seguramente todos conocemos más de un ejemplo de lo que digo. Ya basta de gastar dinero en vano. Si se coloca algo, se cuida. Si no, déjenlo.