En España, este extraño país, muchos todavía no saben la diferencia que existe entre causa y culpa, dos conceptos que únicamente se parecen en que empiezan y terminan por las mismas letras y en que tienen el mismo número de ellas. A presentadores, tertulianos, periodistas, comentaristas, portavoces y otros voceros públicos solemos escucharles decir, cuando, por ejemplo, un rayo mata a alguien, que el deceso ocurrió "por culpa" del rayo. Lo mismo dicen del terremoto, del volcán, de la tromba, de la inundación, del huracán, del tornado, del tsunami o de la gota fría, a los que atribuyen la culpa de la consiguiente catástrofe, a pesar de que todos esos fenómenos son inimputables y no pueden tener, por tanto, culpa de nada, por mucho que sean la causa de esos desastres y aunque muchas veces esa causalidad deba ser achacable también a los humanos, que construyen en cauces y laderas y no prevén lo letales que son sus errores.

La culpa solo puede ser atribuible a la naturaleza humana, pues solo en ella caben la negligencia y el dolo, que son los dos aspectos básicos de la responsabilidad y de la culpabilidad. Pero aquí somos tan contradictorios que podemos excluir de toda culpa al rey, haciéndole inimputable y, en cambio, echarle la culpa de lo que pasa al rayo o a la lluvia. Y si el encargado de asumir errores y culpas es el Gobierno, éste nunca la tendrá de nada y los errores serán todos imputados a los demás. Todos los gobiernos, desde luego, tienden a exculparse y a culpar a los otros. Pero el récord absoluto en esta dialéctica farisaica la tiene el Gobierno del PP. Según Rajoy y compañeros martirizadores, la culpa del desastre del Prestige la tuvo el capitán del barco, del accidente del AVE en Galicia, el maquinista, de la corrupción en el PP, Bárcenas, de la masacre del metro de Valencia, el conductor, de los incendios forestales, los pirómanos, de las muertes del Madrid-Arena, el empresario, de las muertes por caída de troncos y ramas en parques públicos, los árboles y del contagio del Ebola, la enfermera. Es decir, tenemos un Gobierno que jamás se equivoca, que nunca comete errores, que no tiene culpa de nada y que es, por tanto, inimputable. Permitir que esta situación perviva es responsabilidad de los ciudadanos. Si por causa nuestra nos siguen gobernando estos irresponsables, toda la culpa de lo que siga pasando será, indudablemente, de nosotros.