Los vecinos del número 10 de la avenida de Santa Marina de la capital pacense tienen un grave problema con uno de los inquilinos, Antonio Paredes, que convirtió hace varios años su casa en un palomar en el que viven decenas de aves que provocan verdaderas molestias al resto de los propietarios.

Según comentaron algunos de los vecinos a Europa Press, Antonio Paredes, que vive sólo desde hace tiempo, no se encuentra en plenas facultades mentales y tiene una auténtica obsesión por las palomas, lo que le ha llevado incluso a tapiar las ventanas de su domicilio con pequeños huecos para que entren las aves.

Las palomas, que pueden verse posadas en las ventanas de Antonio y en las de otros vecinos del bloque de viviendas, dejan sus excrementos en las ventanas, aceras y ropas tendidas, y provocan un ruido que no deja pegar ojo al resto de las personas que viven en el portal.

Una de las propietarias dijo que aunque la casa "está hecha una guarrería", no saben aún qué medidas tomar para acabar con la situación y estudian cómo denunciar el caso ante la Consejería de Sanidad.

Josefa, que es hermana de una de las vecinas de Antonio, comentó que éste apenas les dirige la palabra y que, en ocasiones, cuando la acera está mojada, los excrementos han provocado algún que otro resbalón.

No son malas

Sin embargo, Antonio Paredes se defendió de las acusaciones de los vecinos y aseguró que las palomas que pueden verse en sus ventanas no son suyas, sino que acoge y alimenta a los animales "por caridad, ya que si no se las comen las lechuzas". Según dijo, "vienen solas y yo sólo les doy de comer", y aclaró que no se las pueden quitar porque "no son mías".

Aunque admite que las palomas pueden ocasionar molestias a los vecinos, comentó que ha tapiado las ventanas, no con el fin de que las aves acudan a su casa, sino para que "no se entren las cucarachas, porque entran volando".