TEtn la búsqueda de los restos mortales de Cervantes hay luces y alguna sombra. No es que todo eso afecte en nada a Badajoz, pero, fuera de que el gran escritor sea Patrimonio de la Humanidad, aquí también podemos aprender algo de las maneras. Ya me daría yo con un canto en los dientes si el ayuntamiento de esta ciudad decidiera pagar una investigación arqueológica seria, de lo que fuere, con el equipo y los medios necesarios. Algo de interés para la propia población, sin mediar empresas gestoras ni arquitectos responsables. Con un estudio histórico redactado por profesionales y no por advenedizos de currículo "tuneado". En Madrid cometieron el error inicial de no llamar a don Francisco Marín, el más reputado conocedor de la Villa moderna. Por lo demás, el equipo interdisciplinario ha tenido una actuación impecable y no estaba formado por gente que pasaba por allí o eran familiares de alguien de la administración regional o local. El resultado ha sido el que cabía esperar. Los documentos afirman, pero no lo son todo. Se redactaron en unas circunstancias concretas y el tiempo echó su cuarto a espadas. Lo que queda del escritor está donde se dijo, pero luego la Arqueología ha demostrado que en el convento de las Trinitarias se hicieron reducciones de restos y los del finado se mezclaron con los de otros. Total, cualquiera de los huesos masculinos recogidos pueden ser los suyos. Sólo con análisis de ADN y con suerte, y financiación sostenida, podrá llegarse a conclusiones definitivas. Positivas o negativas.

Lo impúdico es la presentación de los resultados, con alcaldesa, cortesanos y medios. Debemos admitir, y eso le honra, que el Ayuntamiento de Madrid se ha gastado un dinero en investigación teórica, no en rehabilitación alevosa, como aquí. Alguna explicación tiene el acto. Pero, tratándose de lo que se trataba, algún respeto más debiera haberse pedido. Ya sé que estamos en época de elecciones, pero lo que ocurre en la Corte repercute en todos el país y luego los alcaldes locales lo imitan y eso suele ser, en general, peor. ¿Y el impulso turístico del hallazgo? ¿Qué representa la visita de un túmulo fúnebre en una zona sobrecargada de establecimientos hosteleros? El gasto en investigación está más que justificado, pero a Cervantes, siempre vivo, lo que hay que hacer es leerlo.