TRtesulta vano especular sobre la existencia de una trama urbana, más o menos extensa, sobre el solar que ocupó el primer asentamiento de Batalyús. Si algo se veía antes allí eran ruinas de hacía cuatro o cinco siglos. Y, luego, digamos que el proceso no fue ni tan simple, ni tan rápido como pudiera suponerse. La huída de Abd al-Rahman b. Marwan hacia Alanje, supuso el fracaso de las medidas represivas tomadas por los omeyas de Córdoba contra la oligarquía local, que, sabían positivamente, tenía razón en sus demandas. Habían sido los emires quienes habían incumplido, desde el primer momento de la llegada de Abd al-Rahman I a al-Andalus, los tratados firmados por los generales conquistadores con la aristocracia de Hispania. Casi todas -o todas- las construcciones levantadas por los miembros de la dinastía destronada en Oriente Medio tenían como única razón, después de impresionar, controlar, desde una centralización que antes no existió. La alcazaba de Mérida y sus obras asociadas -control del puente, control del abastecimiento de agua a la ciudad- fueron sólo las medidas represivas de una política con un fin muy claro, en unas circunstancias de una gran complejidad étnica, religiosa, social y, como corolario, militar. Pero fracasaron, porque, a pesar de todo, la capacidad coercitiva de los emires era muy limitada. A fines del siglo VIII necesitaban acometer una reforma de las estructuras militares, que era tanto como cambiar todo su sistema de gobierno, toda su estructura fiscal. Y arriesgarse a romper el incompleto y precario equilibrio étnico que por entonces reinaba, o dificultaba, la situación de al-Andalus.

Batalyús no fue el resultado de una actuación premeditada, sino un intento de solucionar una crisis política, que se había producido, con matices diferenciales, en otras regiones. En el Garb al-Andalus (= occidente de al-Andalus) la situación tuvo unas características propias, por la presencia del, hasta la conquista, destacado centro urbano que era Augusta Emérita. Ibn Marwan no tenía en mente fundar Batalyús. Fueron las circunstancias políticas -cambio de emires y rebeliones en otras regiones- y la propia estrategia política de la familia reinante las que lo impulsaron, o lo empujaron, a hacerlo. Y, mucho menos, tenía en la cabeza ningún esquema urbano preconcebido. Eso vino después.