El PP ha vuelto a ganar las elecciones en Badajoz. Otras interpretaciones son válidas pero no exactas. Cierto es que ha perdido la mayoría absoluta (cuatro concejales del tirón y casi quince mil votos, por mucho que dos de ellos fueran un regalito de ZP) pero en este país llevamos ya algunos años enredados en determinados conceptos perversos. Si alguien no gana por mayoría absoluta (normalmente, el PP), es que no ha ganado. Sin embargo, el Psoe no ha ganado por mayoría absoluta en Extremadura y nadie discute que haya salido vencedor en las elecciones autonómicas. Perder la mayoría absoluta no es perder las elecciones y ganarlas por una diferencia, sobre el segundo, de más de seis mil votos y, sobre el tercero, de más de veinte mil, es ganarlas. Otra cosa es la gobernabilidad, el diálogo, los pactos, el entendimiento, el advenimiento de las mayorías simples. Ese es el nuevo escenario de Badajoz. Un escenario donde el Psoe ha ganado un concejal sobre el que tenía, casi mil votos más, y entran en escena dos marcas emergentes -Podemos y Ciudadanos- que parecen estar peleando por un mismo espacio electoral mientras sangran de votos a los dos grandes.

Sin entrar en detalles, parece claro que en Badajoz se han producido algunas cuestiones a considerar: 1. El tsunami Zapatero de 2011 se ha llamado Rajoy en 2015. 2. Si bien en 2011 solo había un partido con opciones (UPyD), cuatro años más tarde, este mismo partido aparecía condenado a la desaparición (ha pasado del 3'57% al 1'54% de los votos) mientras entraban en escena otras alternativas con opciones. 3. Badajoz Adelante planteaba incógnitas pero sus dos mil votos (2'95%) han sido insuficientes, por debajo, incluso, de Badajoz Tuyo, en 2007, que con el 4'03% y, también en apenas tres meses de existencia, logró 2.755 votos. 4. La división interna de IU les ha condenado al fracaso. 5. Ha sido una campaña electoral de marcas. Las marcas PP y Psoe han intentado sobrevivir al clima social con propuestas personales o espectaculares. Las marcas Podemos o Ciudadanos aprovechando el tirón mediático de sus líderes nacionales y captando el voto descontento y las marcas UPyD e IU, en franca decadencia, uniéndosele a ellas la de Badajoz en común, que no ha logrado enchufarse a sus homólogos barceloneses ni despegarse de sus cuitas locales. La conclusión es que la política de consensos nunca es frentista ni oportunista ni ventajista, porque eso no es lo que votan los ciudadanos.