Luis Carlos Franco, médico del Hospital Perpetuo Socorro, sabe bien qué se siente ante la agresión de un paciente. El pasó por esa experiencia en diciembre del 2007, cuando se encontraba de guardia en Urgencias una noche con "mucha presión asistencial".

Una persona que se hallaba en la sala de espera de Urgencias comenzó a dar voces, "por lo que salí a preguntarle qué le pasaba; yo llevaba seis o siete historias clínicas de pacientes en la mano; me respondió a gritos y me dio un manotazo por lo que las historias se esparcieron por el suelo".

El hombre se quejaba de que tenía un dolor de muelas y no lo atendía nadie. "Le dije que no era un caso de urgencias hospitalaria, sino de su centro de salud, que podía atenderle". Cuando terminé de hacer lo que tenía entre manos en la consulta, lo llamé y dijo que ya no quería que lo atendiera nadie. Cogió un cortapapeles para agredirme, pero su mujer y un celador le sujetaron el brazo y lo impidieron. Después se negó a la recibir atención y se marchó".

Franco se hallaba "con un adjunto atendiendo a un hombre en Reanimación" cuando surgió el problema y salió a ver qué ocurría. Presentó denuncia el día siguiente en comisaría e informó al Colegio de Médicos. El caso aún no se ha resuelto en la vía judicial, aunque se ha tomado declaración a varios testigos.

Cuando se le pregunta qué se siente, responde que "impotencia de ver que estás ahí para ayudar a sanar y que te traten así. La gente debe saber que tiene que ir a las urgencias de Atención Primaria, que los van a atender, porque con estos casos, en el hospital se provocan retrasos en la atención a los demás pacientes y costes innecesarios".

Franco no recibió apoyo psicológico porque dijo no necesitarlo, pero no siempre es así.