Me he referido a las cuestiones culinarias no porque sea crítico gastronómico -ahora cualquiera lo es-, sino porque la observación de ciertas costumbres culinarias es de gran ayuda para los arqueólogos, cuando intentamos reconstruir las sociedades pretéritas. Hay que aprovechar las evidencias etnográficas disponibles, allí donde queden, para saber cómo actuaba la gente de la calle. Los que no formaban parte de la alta sociedad ni de los círculos de poder. No todo en Arqueología son palacios, templos o fortalezas. El estudio de lo pequeño, de lo cotidiano, ayuda a interpretar el mundo desaparecido, tanto como el de lo grande. La morfología es con mucha frecuencia tan importante o más que la propia ornamentación.

Volviendo a la cocina. La forma de las vasijas es importante. También su acabado. Porque no se utiliza, nunca se ha hecho, desde que se inventó la cerámica en el Neolítico, la misma vajilla para comer, para cocinar e, incluso, para ofrendar en las tumbas. Ni, en las sociedades desarrolladas, se come en los mismos cacharros en los que se cocina. Y tenemos el problema de la vajilla de madera y de asta o cuerno. Apenas se nos conserva. Nuestros suelos son muy ácidos y esas materias, de origen orgánico, se descomponen. En muchas épocas de la historia la vajilla cerámica fue un lujo y se empleó la de madera. Todavía he tomado el llamado «gazpacho extremeño» en cuencos de madera y no son extraños, aunque ya desplazados a la mera categoría de recuerdos turísticos, los contenedores de corcho. La forma de un borde puede dar pistas sobre el uso del objeto del que formaba parte. Y, a veces, la suma de observaciones relativas a la vajilla habla de cambio de hábitos alimenticios y, yendo más allá, ideológicos. Cuando los cristianos se convirtieron al islam tuvo que haber un cambio en las comidas, volvemos a lo de los pinchos morunos de Marruecos y España. En Badajoz, y era muy extraño, nunca habíamos encontrado datos fehacientes de esta conversión. Solo recientemente hemos sabido algo. A pesar de la falta de explicaciones de quienes han hecho los hallazgos. ¿Se dieron cuenta de lo que tenían delante o creyeron encontrarse solo con una rareza tipológica?