Ha Llegó la crisis. Se hundió la actividad constructiva. Sólo continuaron algunos proyectos oficiales que tenían asignación presupuestaria previa. Y poco más. La mayor parte de las empresas de arqueología se fueron a pique. En realidad, fueron sobre todo las pequeñas. Perjudicó fundamentalmente a los trabajadores autónomos, porque la mayor parte estaban formadas por uno o dos técnicos. No había opción a bajar las tarifas. No había o sobrepasaban las capacidades de los pequeños empresarios. Y, además, los créditos no eran fáciles de conseguir o lo eran en condiciones leoninas. Y las empresas contratantes pagaban, en general de forma ilegal, con confirmings a tanto plazo que su negociación anticipada se llevaba las ya cortas ganancias. Las cosas no han cambiado mucho con el aumento de actividad.

Parto de la base de que la Arqueología interesa muy poco, salvo a los nacionalistas. Ni por modo de actuar, ni por sensibilidad, las empresas de construcción o ingeniería han sentido nunca el menor respeto por el Patrimonio -siempre hay alguna excepción; pocas-. Sobre todo cuando se enfrentan con él. Pocas veces, en los proyectos, se tiene prevista una fase razonable de investigación previa. ¿Para qué tener en plantilla arqueólogos? Sólo se incluían, y se incluyen, partidas de arqueología para la fase de ejecución de proyectos, lo que en el 90% de los casos es un error de peso. No es infrecuente que los hallazgos -por no redactar estudios preliminares suficientes o reducirlos a áreas concretas- sobrepasen lo previsto, que la excavación -si se cumple la Ley- haya de prolongarse y que las empresas adjudicatarias se nieguen a continuar -¿no ha pasado eso en la iglesia de Santa Catalina, en Badajoz?- o comiencen a cebarse -el mundo de la construcción no es precisamente la corte de Versalles- con los arqueólogos, sin considerar -la bajada de tarifas también contribuye al menosprecio- que se trata de técnicos superiores con una titulación por encima de las de sus contratadores. Pero, en España, los listos son siempre los de Ciencias. Los de Letras somos inferiores. Y los arqueólogos, cuando lo son, proceden de facultades de Filosofía y Letras o de Historia. Vaya por Dios.