Tener una patria territorial tan antigua y experimentada como tenemos los españoles --España es uno de los países más antiguos del mundo, tanto que cuando ya existía en el siglo XV, la mayoría de los países actuales aún no habían nacido y a muchos les faltaban siglos para nacer-- y tener una patria lingüística tan inmensa e integradora, debería ser un motivo de orgullo para todos. Pero el español es de los únicos pueblos del mundo que, teniéndolo todo a favor, piensa en negativo e interpreta erróneamente la entidad y la identidad de su patria, hasta el punto de que muchos se acomplejan por algo de lo que cualquier otro, y con menos motivos, se sentiría orgulloso.

Mario Vargas Llosa se declara español y presume de serlo, sin renunciar a su raíz peruana. Lo hace no solo sin ningún complejo, sino con un orgullo exultante y envidiable. La patria que comparte con los centenares de millones de hispanohablantes del mundo, nuestra lengua, así como su sustrato histórico, cultural y antropológico, le permite presumir de ser quien es, porque lo es gracias a la lengua, y de ser lo que es, un artista maravilloso generado por la lengua. Mario es uno de los mejores patriotas españoles, aunque haya nacido en el Perú. Cualquier ocasión que tiene de manifestarse públicamente en el extranjero, la aprovecha para decir tres cosas que le he oído varias veces antes de volver a repetirlas en su discurso de aceptación del Nobel: que sin España no sería el escritor que es, que España ha hecho un prodigio de transición política y que España es un país maravilloso.

Comparto las dos últimas opiniones y comprendo la primera. Sin España, ninguno de nosotros seríamos lo que somos. Seríamos otra cosa, pero no ésta concreta que determina nuestra entidad como españoles. Y, además, hemos conseguido construir un país de convivencia y bienestar que es la envidia, por lo menos, de todos los países que vienen detrás de nosotros, que son la inmensa mayoría, y también, de algunos de los que nos preceden. Por eso no entiendo a qué viene este espíritu negativo, este complejo absurdo, esta postura cansina y tonta de muchos españoles. No contéis conmigo en el batallón de los acomplejados. Yo, como Vargas Llosa, estoy muy orgulloso y contento de ser español y de volver renovando mi admiración por España cuando regreso de otro país.