No vamos a librarnos nunca del despropósito de manipular la Historia cada vez que se conmemora una fecha relacionada con la medieval de una ciudad hoy española. En especial, con la conmemoración de su conquista por alguno de los reinos neogóticos. Ha ocurrido hace unos días en Granada. Se ha vuelto a manosear el aniversario de la conquista en beneficio de una propaganda racista. Es un tópico, porque el nacionalismo español se basa, antes y sobre todo, en la teoría de la victoria del cristianismo sobre el islam, identificando «lo español» con el primero. Es falso de solemnidad, pero se viene usando desde hace tantos años que no pasaría de ser una mera invocación historiográfica trasnochada si no se empleara como piedra arrojadiza contra quien conviene: musulmanes o izquierdistas. Está más que claro que el concepto de España surge como una oposición teórica, surgida del fondo de la Edad Media, contra todo lo que representaba la cultura islámica. Era un modo de rechazar una conquista, justificando otra. La Historia no se puede cambiar. Pero de ahí a seguir utilizándola como modo de apropiarse un hecho remotísimo, constituyéndose en grupo heredero de los vencedores, e identificar a los demás como vencidos media un abismo. En la Edad Media sólo había súbditos de una de las coronas que se repartían el suelo peninsular. Y, guste o no, las luchas entre reinos eran problemas políticos. Se revestían a veces de un disfraz religioso, sobre todo en esferas ligadas a la Iglesia, que no pocas veces actuaba como accionista de la campañas. No para evangelizar, sino para beneficiarse del botín. Los españoles no conquistaron Granada. Fue la Corona de Castilla -Fernando iba de consorte-. España puede reivindicar, en sentido político y entre otras, la herencia castellana. Ahí se acaba todo. Es ridículo, o un pretexto, celebrar como propias las victorias de reinos desaparecidos. Ni en España, ni en Badajoz. El reino taifa tuvo aquí su sede, pero esto no es Batalyús. Ni los granadinos de ahora son por fuerza descendientes de los conquistadores. Debieran, en todo caso, agradecer a los árabes la edificación de un monumento gracias al cual vive una buena parte de la ciudad actual.