Por desgracia la corrupción es un asunto de mucha actualidad. ¿Alguna vez no lo ha sido? Quiero creer en la existencia de una gran mayoría de ciudadanos honrados que cumple lo mejor que puede con sus obligaciones y se comporta con honradez en el desempeño de su trabajo, sea en una empresa privada o en la administración. No pretendo ser abstracto, sino referirme a Badajoz y a la protección de su patrimonio histórico. Si la gran corrupción tiene como caldo de cultivo las pequeñas corruptelas de todos los días -¿le hago factura con o sin IVA?-, en nuestro caso los grandes escándalos se cimentan en muchas corrupciones de bolsillo, mucho menos perceptibles, pero más abundantes de lo que pensamos y, por cierto, no siempre menores. Son conocidas por muchos, pero nadie las denuncia. Escribo, en concreto, sobre la protección del patrimonio arqueológico. Mérida ha sido, sin pretenderlo, un malísimo precedente para Badajoz. Esa ciudad vive en parte de la explotación turística de la arqueología, pero hay a quien no le gusta, porque, con la legislación actual, los proyectos se encarecen y hay particulares -no siempre hablamos de ciudadanos pudientes- que pueden salir muy perjudicados. Pero eso debiera tener solución administrativa. En Badajoz, la arqueología se vende peor. Los restos no suelen ser tan espectaculares como los emeritenses y los propietarios, los intereses económicos, no quieren ni oír hablar de una protección estricta. Aquí la Ley se cumple solo a veces.

Si se excava, y el permiso es adecuado a las circunstancias, raramente se divulgan los resultados. Más bien se ocultan. Y la práctica de buscar excavadores sumisos se ha generalizado. Acuérdense del cementerio árabe de la Memoria de Menacho. Lo más frecuente, con mucho, son las obras de particulares en el Casco Antiguo. En esas vetustas viviendas de nadie sabe qué fecha. Se justifica la no actuación por debajo del suelo. Así no hace falta excavar. Si sale algo -siempre sale- nadie se entera. Seguro que ustedes conocen casos, pero se callan. Se trata de amistades, en una ciudad tan políticamente correcta como la nuestra. Gente que, incluso, presume de saber y proteger el Patrimonio. Eso también es corrupción.