Cosme de Medicis, como conté, pasó por Talavera la Real antes de llegar a Badajoz. Todavía pudo contemplar por el camino los restos de los soldados caídos en la batalla que había tenido lugar allí contra tropas portuguesas y que habían quedado insepultos. Cuando alcanzó nuestra ciudad se planteó el problema de su alojamiento. No debía estar esta plaza en muy buena situación hostelera y se optó por aposentarlo en la sacristía de la iglesia de San Agustín, facilitando, a través del claustro, los movimientos de su corto séquito. Seguramente su dormitorio se dispuso en el hueco que hoy ocupa el archivo parroquial; una especie de cubículo con una cierta protección e intimidad. Allí en San Agustín fue cumplimentado por varios personajes locales, entre ellos el ayudante del que era gobernador militar de la plaza, don Luis Terrer, conde de Almerán y barón de Loja. Se fijó una entrevista con él, para el día siguiente de la llegada del aristócrata. El general lo visitó en la propia sacristía de la iglesia, tratándolo con la mayor cortesía y dándole el título de "Alteza", como lo hacían en Italia los virreyes españoles de Nápoles y Sicilia. Era una curiosa manera de ponerle una vela a Dios y otra al Diablo, porque la corona española no reconocía el título nobiliario de los Medici. Pero los subordinados de aquélla los trataban como si fueran duques.

La agenda de don Cosme estuvo muy apretada. También hubo de recibir a varios italianos súbditos del rey español, que residían en Badajoz --¿alguien ha estudiado la siempre curiosa y abundante presencia de italianos en esta capital?--. Por otra parte, se entrevistó con el gobernador de Elvas, quien le dio la bienvenida en nombre de su rey al recién independizado Portugal y, finalmente, visitó al obispo. Pero, como señal de respeto, acudió al convento de San Francisco, donde se entrevistó con el prelado --Francisco Rois y Mendoza--. Debió ser así por orden de la autoridad castrense. La obispalía estaba en la alcazaba y no se quería que entrasen allí extranjeros. Menos, cuando la fortaleza debía estar aún en pie de guerra. Porque el toscano visitó someramente nuestra población, como casi siempre los turistas que pasaban a Portugal. Dejó una descripción que, a pesar de ser corta, es muy sabrosa. La comentaré.