Cualquiera puede cometer un despropósito. Las consecuencias son variables, según a quién afecte y cuánto sea el perjuicio ocasionado, y la responsabilidad de ello derivado también. Puedes o no pagar por tu equivocación, dependiendo de si se ha enterado alguien y de si ese alguien te denuncia por ello. Hay quien comete cien atropellos alegremente sin consecuencias y a quien le cuesta un paquete por una locura pequeñita que creyó sin importancia. Ocurre igual cuando los errores son cometidos por personas públicas y con dinero asimismo público. Unas veces salta la liebre y otras el asunto queda enterrado. Vale, de acuerdo, el cubo no pinta nada en la alcazaba de Badajoz. Lo pusieron ahí de manera errónea, además, se saltaron algunos trámites y cometieron otros errores. Por eso los tribunales dicen que hay que tirarlo. Pero resulta que ese adefesio nos ha costado un riñón, hace ya años que se utiliza para un fin concreto y, casualmente --otras veces se hacen los disparates porque sí--, educativo y social. Por otra parte, la ciudad de Badajoz está plagada de feísmos y despropósitos urbanísticos por todos sus rincones, como lo están Mérida, Cáceres, Plasencia y otras, porque el feísmo urbanístico está tan arraigado que ha llegado a convertirse en una más de las tradiciones extremeñas. No obstante, ya nos hemos acostumbrado a la visión de la cutrecosa situada entre las torres del inefable Ibn. Por si fuera poco, derribarlo nos costaría el otro riñón, así que, por favor, déjense de historias y dejen también al cubo y a la facultad que encierra como están. De lo contrario, dispónganse los responsables a enmendar todo lo que llevan haciendo mal tanto tiempo. Empiecen, por favor, por lo que ha resultado más inútil: por ejemplo, eliminar de la UEX tantas titulaciones vacías y carísimas o deconstruir la inane Sociedad del Conocimiento y su encomiado Linex. Continúen luego por los dislates últimos estilo el placer está en tus manos . Pero al cubo, por dios, ni tocarlo.