THtoy cumplo años. Demasiados. Estoy en plena crisis de juventud definitivamente perdida y de insana madurez quién sabe si hallada pero nada deseada porque, de verdad, no hay erotismo ni atractivo en ella. O sea, en tierra de nadie porque uno parece como si se negara a aceptar lo que se le viene encima consciente, muy a su pesar, de que volver atrás es imposible y la ruina no va a esquivar la presa. Para los tipos de mi edad la crisis, ya se sabe, teniendo en cuenta la amplitud de nuestra inteligencia, se reduce a la salud y a las mujeres.

Cualquier molestia en el cuerpo nos pone un pie en la tumba y cualquier mal gesto femenino nos sitúa en el peor de los escenarios. Dicen que no se puede vivir con miedo pero los aprensivos no sabemos vivir con otra cosa.

El dolor nos acompaña, la enfermedad nos persigue, el mal nos acecha y ellas no ayudan precisamente porque jalean nuestro ocaso. Las menores de veinte años nos miran peor que a un padre (un viejo verde, por ejemplo), las de más de treinta nos miran con pena y las que superaron los cuarenta piensan que somos imbéciles.

Cumplir años es sumar experiencias y conceptos. Experiencias como el nombre de mi primer amor, que se llamó no lo digo para que no salga en negrita, a la que conocí en la actual Casa de la Juventud o el primer beso, no con ella, en Castelar, el colegio General Navarro, el Instituto Zurbarán, las excursiones al Fuerte, saltarse las clases en el Parque Infantil, las cañas del Kalty, las copas de La Moska, colarse en la discoteca del Casino, los gusanos de seda junto al cuartel de Menacho, los dulces de La Cubana, el escaparate de bacalao seco en la calle del Obispo, la plaza de los Alféreces y sus rehabilitaciones, la zarzaparrilla en Ronda del Pilar, los bocatas de calamares en San Francisco, la mili, Madrid, el San Juan de entonces, los Carnavales ausentes, comenzar a trabajar, la primera declaración de la renta, el primer crédito-ummm, esto más que experiencias son conceptos.

Desagradables pero conceptos. Como los de reflujo esofágico, fascitis plantar, contractura muscular, quiste sebáceo y sobrecarga lumbar, entre otras lindezas a las que me he tenido que acostumbrar por la impertinencia de cumplir años. Cumplir años es una ordinariez pero, en esta deriva de vulgaridad a la que me someto, echaré un vistazo a tuenti y facebook para que la brisa de la felicidad virtual me ayude a creer aún en los sueños.