La noticia del tardío al-Himyari, tomada de una desconocida fuente anterior, sobre la construcción de una mezquita mayor en Batalyaws, cuando al-Yilliqi cerró el pacto con el emir Abd Allah, no aporta mucha luz. Sí, quizás, la referida al modo de levantar su alminar. Pero, en cualquier caso, es obvio que la mención al principal oratorio de la ciudad es más una profesión de fe que una noticia con valor arqueológico. Quiere indicar que el fundador era musulmán, a pesar de sus remotos orígenes indígenas. O, lo que es casi igual, que la nueva población nacía islámica y poblada por musulmanes. Por eso tenía su flamante aljama.

¿Cómo se orientaba el edificio? Pues, sin duda, como la mayor de Qurtuba. Nada había cambiado en la ciudad del Guadalquivir ni, mucho menos, en la del Guadiana, que justificase una variación en el eje. Luego, tanto la «capilla» privada del oligarca local, la de la Alcazaba, como la pública habían de mirar hacia 154º. De ahí que el inmueble sucesor del principal batalyusí, la actual iglesia dedicada a San Agustín, ocupa una parcela con una disposición tan anómala respecto del caserío circundante y de los más antiguos templos cristianos de nuestra capital. Cuando se erigió, el terreno carecía de caserío previo y eso permitió darle al eje el rumbo deseado. Que, en aquel momento, era el establecido en la capital del emirato, a pesar de lo que ya sabemos sobre el lugar al que apuntaba su «mihrab». La concordancia orientativa de ambas salas de oración era, además, un rasgo de sumisión, en la de aquí, a la autoridad de los Omeyas. Apenas quedan unos metros de la primitiva alquibla en San Agustín. El centro del muro, si algo resta, debe estar soterrado en las capillas colindantes con la actual fachada principal, que se edificó nueva en gran parte, aumentando en esa dirección el área del antiguo edificio. Porque la mezquita no se derribó para levantar la iglesia. Ésta la fue fagocitando, como ocurrió en la catedral de Toledo, por poner un ejemplo, hasta casi borrarla de la superficie. Quizás, sólo quizás, se hayan preservado los cimientos del «mihrab» y habrían de excavarse. No creo que nadie estuviera dispuesto a hacerlo, ni habiendo medios.