Cuando el califa de Córdoba Abd al-Rahman III ordenó comenzar la construcción de la ciudad palatina de Madinat al-Zahra (936), uno de los primeros edificios que se levantó fue el de la mezquita mayor. Pues bien, el eje del nuevo oratorio estaba correctamente dirigido a La Meca. Y resulta que la aljama de la capital omeya fue ampliada por su sucesor, el califa al-Hakam II (961-5), y persistió, años después, en la supuesta falsa deriva de su eje principal, siguiendo las normas marcadas desde su fundación, en tiempos del príncipe Abd al-Rahman I, conocido como el Halcón de Quraish. Si la segunda ampliación del monumento cordobés -que el obispado de la capital andaluza ha inscrito ahora a su nombre- se dirigió a 154º, por decisión de otro omeya, a sabiendas de que ese rumbo no era el más exacto, fue porque se insistió en la decisión de hacerlo así. Por respeto a la tradición, pero, también y sobre todo, porque aquello era una auténtica declaración política y, a la vez, religiosa. Lo que, en la Qurtuba del siglo X, suponía una manifestación de legitimidad frente a otras dinastías que se consideraban con derecho a ostentar el califato, la dignidad suprema de la comunidad de los creyentes: los abbasíes, de Iraq, y los fatimíes, de Ifriqiya.

Todas las mezquitas de al-Andalus comenzaron a tener la misma organización formal que la de Córdoba. Era una señal de respeto hacia la familia reinante. Y continuó incluso cuando la «fitna» (= revolución) se la llevó por delante. La tradición era demasiado fuerte como para cambiarla. Y eso mismo ocurrió en Batalyaws. No parece haber habido cambios ni en el pequeño oratorio de la Alcazaba, ni en la aljama. Ni cuando Abd al-Rahman III conquistó la ciudad y borró a los Yilliquíes de las páginas de la Historia. Los gobernadores de la ciudad, cabeza de la Marca Inferior y del «Garb al-Andalus» (= occidente de al-Andalus), no se dieron por enterados del modo en que se había trazado la mezquita mayor de al-Zahra. El día menos pensado nos aparecen en Badajoz restos de una nueva mezquita y, si se hace un estudio correcto -aquí no suele ocurrir-, quizás dispongamos de información adicional y podamos aquilatar nuestros conocimientos.