A la muerte del califa Abd al-Mumin le sucedió su hijo Yusuf I (1163). Este monarca, con una larga vivencia en al-Andalus, decidió establecer una segunda capital en Ishbilia. Era razonable que una de sus primeras decisiones consistiera en ordenar una operación urbana de gran envergadura frente al alcázar de la ciudad. Se expropió una gran extensión de terreno frente al palacio y se comenzó a levantar una enorme mezquita (1172), de dimensiones en consonancia con el tamaño que iba adquiriendo la capital andalusí. Hasta ese momento la aljama sevillana era la llamada de Ibn Adabbas, manifiestamente pequeña y en un mediano estado de conservación. Estaba donde hoy la iglesia del Salvador. Lo más curioso de todo es que el nuevo edificio volvió a estar orientado como la aljama de Córdoba (154°). Es decir, los califas almohades no manifestaron un criterio único a la hora de alinear sus mezquitas. La enorme y costosa operación de levantar, derribar y reedificar la Kutubiyya de Marraqués sólo había sido un acto político y no tuvo continuidad.

¿Cómo influyó en Batalyaws esta política de orientación y desorientación de oratorios? La excavación arqueológica del antiguo Hospital Militar dio la clave. Cuando los almohades fijaron en la Alcazaba el acuartelamiento de sus tropas y ampliaron la antigua mezquita privada allí existente solo lo hicieron hacia el Norte y hacia el Oeste y no la dotaron de ningún «mihrab» nuevo. Conservaron el antiguo. Seguramente por respeto -actitud muy propia del islam medieval-, por su valor como reliquia de la primera comunidad musulmana de la ciudad. La posición relativa de este nicho ya no era axial, sino desplazada hacia sudeste. Así pues, si se rezaba mirándolo, los creyentes se colocaban en correcta orientación hacia La Meca, aunque ligeramente oblicuos al eje de la sala. Adoptaban la posición correcta, según la opinión del primer soberano de la dinastía en las fechas posteriores (1158), no anteriores, a la erección de la segunda Kutubiyya en su capital norteafricana. Yusuf I hubiera mantenido la orientación del rezo en la dirección que marcaba el viejo y reducido oratorio de Ibn Marwan, levantando, quizás, otro “mihrab” en el nuevo eje.