La conclusión de todo el largo razonamiento que me he traído estas semanas pasadas va de suyo. Es extraño que Ibn Sahib al Sala, el más importante cronista de época almohade, nacido en Baya/Beja, no mencione la ampliación de la mezquita de la alcazaba de Batalyaws cuando habla de las grandes obras ejecutadas en la fortaleza en 1169. Solía ser muy meticuloso en sus descripciones y nos describió las fortificaciones y la flamante infraestructura hidráulica de la plaza, pero no el oratorio. Cierto, pudo ser un olvido. Pero en su momento y en su situación, era secretario del propio califa, resulta casi increíble, porque la construcción de una mezquita es una de las empresas más meritorias que puede realizar cualquier gobernante musulmán y el escritor no podía dejar de escapar la ocasión de alabar a quien, en definitiva, le pagaba. A mi modo de ver, la sala de oración debió ser agrandada antes de aquel año. La clave es el mihrab.

Con Abd al-Mumin el nicho tenía una orientación cordobesa (154º), hasta que el monarca cambió de opinión y ordenó derribar la primera Kutubiyya de Marraqués, por no ser exacta la dirección de su eje. Parece razonable pensar que la idea por la cual el elemento más sagrado de la mezquita del alcázar de Batalyaws se mantuvo intacto, renunciándose a construir otro nuevo, hubo de urdirse justo en esos años del reinado del primer califa (1158-1163). Y antes de que su hijo y sucesor diese orden de erigir la aljama sevillana, volviendo a la clásica posición cordobesa (1172). Es muy probable que si el agrandamiento lo hubieran llevado a cabo durante el reinado de Yusuf I o de Yaqub I se le hubiera colocado otro “mihrab”, por aquello de la Ley de la Simetría, en el punto central de la alquibla. No consta, hablo de arqueología, que fuera así. Por eso podemos deducir la fecha de la que, después de marzo de 1230, se convirtió en primera catedral de Badajoz. Ya ven, no todo es excavar. Las interpretaciones, en arqueología islámica, no siempre pueden deducirse de un manual. Deben derivarse de la interpretación de la propia ideología no ya de cada dinastía, sino de cada soberano. Los almohades no fueron tan monolíticos como hay tendencia a representarlos.