Los últimos datos económicos de los bancos nos indican que ya están ganando dinero, es decir que los resultados de su actividad están siendo muy positivos. Esto es una buena señal, pues indica ya han descontado todas las pérdidas que les pudo traer la crisis económica y que el sector financiero esta saneado.

Por ello, no es comprensible que sigan manifestando la necesidad de reestructuración, sobre todo de su capacidad, con el cierre de sucursales como ha anunciado el Banco de Santander, con la eliminación de unas mil doscientas oficinas y el despido de unos cuatrocientos cincuenta empleados.

Creo que este banco, y otros que están como él, deberían hacer un esfuerzo y mantener los puestos de trabajo, recolocándolos en las oficinas que van a permanecer abiertas y esto por varios motivos: entre otros, devolver a la sociedad, por la vía del mantenimiento de los puestos de trabajo, lo que la sociedad les dio a los bancos en la época de la crisis y que permitió el rescate de los mismos.

Pero es que además, la mayoría de las sucursales de los bancos, independientemente a la hora que vayas, están siempre llenas de personas que pacientemente esperan que les atiendan, es decir, es peor que las esperas en la antesalas de un médico de Atención Primaria de la Seguridad Social.

Esta situación se produce, no porque los empleados de las sucursales no trabajen y no sean eficientes, que según mi experiencia es todo lo contrario. Los empleados hacen todo lo posible para atender a todos los clientes de la mejor manera posible y darles respuesta a todo lo que les demandan.

El problema está en que falta personal en la mayoría de estas sucursales y por mucho que se esfuerzan los trabajadores no son capaces de dar un servicio adecuado a las demandas del siglo XXI; por lo que sería lógico que en lugar de despedir a cuatrocientos cincuenta trabajadores les dieran la posibilidad de reubicarlos en las oficinas que necesitan reforzar el personal y así dar un mejor servicio a los clientes.