El inicio de la demolición del antiguo colegio público El Progreso supone la desaparición de uno de los elementos "perturbadores" del barrio de Los Colorines. Esta actuación abre una brecha de esperanza porque es una medida que evidencia la intención de las distintas administraciones de dar una solución a los vecinos de Los Colorines. Esto debe marcar un antes y un después en la historia de este barrio y también de la ciudad. Pero la atención debe centrarse ahora en el espacio de tiempo que debe transcurrir entre ese ´antes´ y ese ´después´, que debe ser lo más reducido posible. Es cierto que hay medidas que no se pueden llevar a cabo de un día para otro y que el tiempo para la Administración discurre de otra manera, pero en esto no caben más dilaciones. No se puede prolongar más la situación de miedo y de inseguridad que viven muchas personas allí, entre ellos muchos niños, que necesitan confiar en la sociedad y el ´estado del bienestar´ en el que viven. Sin embargo también es necesario una dosis mínima de paciencia y confianza por parte de algunos vecinos y de algún grupo político, porque todo el mundo, incluso las administraciones, merecen una última oportunidad.