El paulatino deterioro que sufre el convento de San José, gestionado por las hermanas adoratrices desde principios del siglo XX, preocupa a esta congregación, que observa, impotente, cómo se desmoronan día a día la fachada y las cornisas de este emblemático edificio, ubicado en la plaza de San José, en pleno casco antiguo.

"Hace pocos días tuvimos que pagar la luna de un coche que se rompió al caerle encima un cascote", según explicó la madre superiora del convento, Pilar Olivera. El grado de deterioro "está a la vista de cualquiera, es grave, se ha convertido en un peligro y tenemos miedo a que pueda ocurrir alguna desgracia personal", señaló. El temporal del pasado sábado provocó el desprendimiento de varios cascotes.

Hace unos años las adoratrices iniciaron su peregrinar ante las distintas administraciones: Junta de Extremadura, ayuntamiento, diputación y arzobispado, para solicitarles ayuda para rehabilitar el convento. "Hemos hecho todo el papeleo pero positivamente no ha contestado nadie, al obispado no le llegan los fondos, la diputación se mostró dispuesta pero quiere que otras administraciones se impliquen, sin embargo éstas no se ponen de acuerdo", según Pilar Olivera.

Las monjas también hicieron las gestiones oportunas ante las cajas de ahorros extremeñas para pedir su colaboración. "En un primer momento nos dieron buena impresión pero luego llegó la carta denegándolo". Por ello, se muestran cansadas, "seguimos exponiendo el problema pero llega un momento en el que uno se cansa de llamar a todas las puertas y que ninguna se abra", añadió.

SIN SOLUCION La Asociación de Vecinos del Casco Antiguo ha mantenido también varios encuentros con las distintas administraciones para solicitar la rehabilitación del inmueble, sin obtener respuesta satisfactoria. El presidente de esta asociación, Juan Pedro Plaza, declaró ayer a este diario que hace dos días se ha hecho la última gestión "y no hemos conseguido nada".

La madre superiora explicó que el interior del convento se conserva algo mejor porque la congregación se ocupa de su mantenimiento, aunque el suelo de la capilla se está levantando.

Este convento se dedica desde sus orígenes a la formación y educación de la juventud femenina, tal y como lo concibió el obispo Alfonso Pérez Muñoz en 1917. En estos momentos tiene más de cien alumnas y en él viven unas 40 personas.