Me fascinan las ciudades que están atravesadas por ríos y tengo la gran suerte de vivir en una. Incluso inicié mi carrera profesional en Mérida justo cuando se adecuaron las orillas del Guadiana a su paso por la ciudad hace ya más de 20 años. Recuerdo que aquella fue una actuación que tuvo un importante apoyo económico de otras administraciones, algo que no ocurrió en Badajoz, desgraciadamente. Pero polémicas pasadas aparte, la buena noticia que nos deja esta primera semana de enero es que, por fin, y con muchos años de retraso, «se retiran las vallas» de las obras de la margen izquierda del río Guadiana a su paso por Badajoz, según adelantó Choni Romasanta en este diario a mediados de semana.

Si mi amiga «la rubia» leyera esta columna se comería las uñas. Ella y varios hosteleros más tuvieron que cerrar sus negocios, los llamados «locales del río», ante la persistencia de aquella horrorosa valla que dejaba en evidencia la lentitud de las obras y que fastidiaba la fantástica puesta de sol que desde esa orilla se puede apreciar. Ahora ya podemos disfrutar también de esa parte de nuestro querido río Guadiana. Aunque quedan por rematar los trabajos.

Estoy deseando ver las fotos que tantos pacenses harán y haremos de Badajoz desde ese lado de la ciudad y que se difundirán por las redes sociales convirtiéndose en otro medio de promoción, tal y como pasa diariamente con las instantáneas hechas desde la margen derecha. Sorprende agradablemente ver la cantidad de gente que disfruta ahora del río. Parece como si se descubriera «otra ciudad» viéndola desde sus orillas. Incluso aprendes a apreciar aún más el río con su fantástica riqueza en flora y fauna. Badajoz vivió mucho tiempo de espaldas al Guadiana. Ahora es un recurso natural, turístico y de bienestar de primer orden en la ciudad. ¡Que delicia!