Me contaba hace unos días una conocida que involuntariamente acababa de montar ´un escándalo´ en un colegio concertado porque había solicitado una revisión de notas. No sólo el centro encajó mal la petición, porque decía sentirse cuestionado, sino los propios docentes. El caso es que, de no muy buenos modos y a la fuerza, le mostraron algunos de los trabajos realizados por su hijo. La mujer se lamentaba del trato recibido y de lo decepcionada que estaba con el colegio en cuestión y con algunos profesores en particular. Sin embargo, lo hacía en voz baja, y en la tranquilidad que da la privacidad.

No es la primera queja que me llega, pero lo curioso es que todas, por unos motivos u otros, se silencian. Con razón o sin ella, hay padres, más de los que muchos creen, descontentos con su experiencia con la escuela concertada. Mientras unos empujan para entrar, otros buscan desesperadamente la puerta de salida, algo que no les resulta fácil por sus principios, basados en la religión, el ´status´ o la tradición. Es cierto que no todos los colegios públicos ofertan los servicios complementarios que los concertados, pero también es cierto que no es oro todo lo que reluce.