TAt la Pantoja dicen que la van a empapelar por enésima vez. Es lo que tienen las tonadilleras: demasiada pasión. Se echan novio y olvidan al fisco. Un novio aparentemente rico por ladrón que induce a la chica a guardar los ahorros en los fondillos. Luego, cuando menos se espera, sale la rumbosa por peteneras y se pone a gastar como ingenua que es, como si el dinero fuera también inocente. Y, claro, alguien se mosquea, porque, por mucha gala y olé, tanta pasta huele pelín a podrido, aunque no estemos en Dinamarca -ni en Grecia, of course-. Estas cosas parecen normales entre folclóricas porque ellas son así. Lo malo empieza cuando los dineros conseguidos vaya usted a saber dónde y cómo, para ser después derramados de manera festiva, no hayan sido precisamente folclóricos sino más bien públicos, o sea, nuestros. Sucede algo parecido: lo público gasta sin mesura, con tanta alegría que todos parecemos ricos. Cetarsa era una fiesta, Siderúrgica Balboa otra, la Junta, un crucero de ocio y lujo donde sentaban sus reales aquellos otrora principales agraciados para siempre, las termosolares, refinerías y demás zarandajas eran la bicoca esperada, Eldorado extremeño-Y ahora, parece que ha llegado el batacazo, ahora resulta que las faltriqueras tenían un agujero en el fondo y están quedándose lastimosamente vacías. En medio del desconcierto, anuncia el alcalde de esta villa que tiene más de quince millones para gastar en empleos, y lo que es más sorprendente todavía: que provienen de ¡fondos propios! Y tú creías que estas calles sucias, estos jardines secos, este césped de plástico, habrías de perdonar al ayuntamiento por su penosa condición de pobre y deudor al igual que la de sus ciudadanos. Y de pronto te enteras de que guardaba dineros en los fondillos. Dicen que la Pantoja blanqueaba dinero sucio, venido de gentes más o menos ladronas. Pero-, ¿de dónde saca nuestro querido ayuntamiento, pá tanto como destaca? Por cierto, ¿sabían ustedes que Badajoz no es Grecia?