Acaba de llegar aunque no es nuevo en la casa. El toledano Samuel Moraleda Ludeña (Pulgar,1961) es el nuevo presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), donde sustituye a José Martínez, que ha estado un año en el cargo hasta que ha cambiado el partido del Gobierno central. Moraleda entró en el organismo de cuencas en 1984 en el cuerpo de ingenieros técnicos de Obras Públicas y ocupó diferentes puestos en la confederación. Posteriormente estudió ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en Ciudad Real, aprobó la oposición en el 2005 y con la llegada ala presidencia de la confederación de Enrique Calleja en el 2006 fue nombrado comisario de Aguas, donde siguió con Eduardo Alvarado hasta el 2012. Desde entonces ha sido jefe de área de Gestión del Dominio Público Hidráulico y el pasado 1 de agosto fue nombrado presidente de la CHG, organismo en el que ha desempeñado «todo tipo de puestos durante 34 años». Siempre se ha dedicado a la actividad hidráulica, sobre todo en materia calidad de aguas y de gestión de dominio público.

—¿Qué preocupaciones y prioridades tiene sobre la mesa?

—Continuar con lo más importante que le corresponde ahora mismo a un organismo de cuenca: una adecuada gestión del dominio público hidráulico para conseguir los objetivos de la directiva marco europea sobre el buen estado de las masas de agua. Otro reto que se nos avecina y en el que estamos trabajando es la modernización de la confederación para que sea una administración más ágil y poder resolver los expedientes, no solo al comunicarlos al usuario, sino mejorar la tramitación de los que se demoran en el tiempo. Este proceso se ha iniciado ya y vamos a intentar culminarlo lo antes posible.

—Uno de los problemas que más preocupan al ciudadano es la presencia de camalote en el Guadiana, que ha proliferado con la subida de las temperaturas.

—Cuando atravieso los puentes me doy cuenta de la situación en que se encuentra el río. Como decía el presidente saliente, José Martínez, el camalote llegó en el 2004 para quedarse, no sé si con carácter definitivo o casi, porque la erradicación, si se logra, será a largo plazo. Desde el 2004 se vienen realizando distintas inversiones para su retirada, con el objetivo de que no se produzcan daños al ecosistema y son recurrentes los distintos proyectos que se han abordado. En total se han retirado 900.000 toneladas. Actualmente hay más de 60 personas trabajando con distintos equipos de maquinaria pesada. Tenemos una encomienda al medio propio Tragsa, próxima a los 4 millones de euros, que está a punto de terminar, y hay otra actuación de refuerzo que comenzará seguramente en septiembre u octubre, también con Tragsa, que está próxima a 2 millones de euros. Aparte, la vigilancia tiene que ser continua y el ministerio está licitando actuaciones que superan los 4 millones. También contamos con fondos europeos para tenerlo controlado. Erradicarlo va a ser muy difícil a corto y medio plazo, pero por lo menos hay que tenerlo controlado para que no produzca daños en el ecosistema.

—¿La nueva encomienda da continuidad a lo que se hace ahora?

—Sí, es un refuerzo.

—¿Cree que están haciendo todo lo posible contra el camalote?

—Yo creo que sí. No sé si se podrán poner más medios, pero desde luego el esfuerzo que está haciendo la administración hidráulica por evitar estos daños es francamente importante, a la vista de los medios económicos y de la cantidad de gente que está trabajando. No sé si cabe algún esfuerzo más, pero si existe y se puede hacer, lo tendremos que hacer. Por ahora no se conocen daños irreversibles y están totalmente controlados en caso de producirse. A pesar de lo aparatosa que puede resultar la imagen -porque sobre todo es una cuestión de imagen-, se está controlando continuamente para evitar estos daños. Ahora mismo yo creo que es un problema solo de imagen.

—¿Solo un problema de imagen?

—Es verdad que afecta visualmente pero desde el punto de vista de pérdida de biodiversidad y de calidad de las aguas, está bastante controlado. Lo importante es retirarlo. Lo que quiero decir es que el daño que puede hacer una especie invasora sobre todo es en el ecosistema en el que se encuentra y actualmente, con los medios que se están poniendo, está bastante controlada. El único impacto que tiene ahora mismo es visual, porque no está haciendo ningún efecto negativo, ya que se está retirando continuamente. Desde el punto de vista de calidad, no empeora las aguas en absoluto. Si la dejásemos, la planta moriría y sí produciría daños, pero la tenemos absolutamente controlada. Es verdad que llama la atención que el río esté todo verde, pero en cuanto al daño real a la calidad de las aguas, no hay ninguno.

—Sí es un problema para los usos, para los pescadores y piragüístas.

—Hay un corredor en el que se puede navegar. Yo creo que puede ser compatible el piragüismo con el camalote. Los piragüistas son los que más se pueden quejar, pero el mensaje que hay que transmitir al ciudadano es de una cierta tranquilidad porque la administración está muy preocupada por este tema.

—¿No tardó la administración en reaccionar contra el camalote?

—Se le vino el problema encima porque se desconocía totalmente. Tuvo que estudiarlo. Fue un desbordamiento absoluto que nadie podía prever. Llegó y explosionó. Se ha investigado mucho y se reaccionó retirando todo lo posible.

—Ha trabajado mucho tiempo en materia de vertidos. En nuestro entorno existen problemas en el río Ruecas a su paso por Madrigalejo, pendiente de un plan de limpieza y saneamiento y en Badajoz, con los los malos olores en los arroyos por las estaciones de bombeo. ¿En qué punto está la búsqueda de soluciones y en qué proyectos se está trabajando?

—Me consta que estamos en ello pero aún no tengo los datos exactos. En saneamiento y depuración las competencias son municipales con el auxilio de las comunidades autónomas. No obstante, estamos emplazados por parte de Europa a cumplir los objetivos sobre tratamiento de aguas residuales urbanas y por ello la Administración General del Estado ha declarado determinadas obras de interés general para abordar estos proyectos. Actualmente estamos trabajando en la redacción de tres proyectos de saneamiento y depuración en Villafranca de los Barros, Puebla de la Calzada Montijo y Villanueva-Don Benito, además de Vegas Bajas, Guadajira y Campiña Sur. Así se cerrará prácticamente el ciclo integral de la depuración en toda la zona que afecta al Guadiana. Se ha ejecutado la depuradora de Almendralejo y se está trabajando en la modernización del colector.

- La Junta de Extremadura ha pedido al ministerio que participe en el proyecto del regadío de Tierra de Barros. ¿Confía en que así sea?

—Es una obra que promueve la Junta y no sé si el ministerio será receptivo para colaborar en la financiación. La parte que nos toca a nosotros es facilitar todos los trámites para que se pueda otorgar la concesión administrativa de agua donde hay una reserva estratégica en Alange y el Villalba de los Barros para poder garantizar estos riegos, con un volumen aproximado de 40 hectómetros cúbicos. La tramitación de la concesión está en marcha y todo dependerá de la declaración de impacto ambiental, que es uno de los requisitos previos. En cuanto a la financiación, desconozco si el ministerio va a abordar una parte.

—El pantano de Villalba de los Barros está sin uso agrícola ni para consumo humano.

—Actualmente tiene distintas funciones, como es la de regulación y el respeto de los caudales ambientales, además de fines recreativos. Es verdad que ese proyecto estaba en el Plan Hidrológico Nacional del 2001 pero por lo que he visto no se contempla en el periodo de planificación hasta el 2021. Habrá que impulsar las obras de infraestructuras.

—¿Cuál es la situación hidrológica de la cuenca?

—En cuanto al volumen de embalses, en la cuenca alta tenemos aproximadamente un 50% de capacidad y en la media el 57%, lo que garantiza el abastecimiento. La situación desde el punto de vista del Plan de Sequía es de normalidad prácticamente en todos los embalses. En la cuenca alta tenemos alguno en prealerta, pero no hay que tomar medidas drásticas. La situación es normal porque las lluvias de primavera nos han salvado esta campaña y, en abastecimiento humano, las futuras también.