Yo las cosas de esta ciudad a veces no las entiendo. Se organizan enormes trifulcas por asuntos de relativo o nulo interés general y, otras, problemas que pueden tener más trascendencia pasan desapercibidos, sin que a nadie se le alcancen muy bien los motivos que llevan a actuar de un modo u otro.

Me explico. En Badajoz todo el mundo entiende de Patrimonio. Es como hablar de fútbol. Cualquier hijo de vecino decide que aquí o allí se ha vulnerado la ley de la cosa y se queda tan contento. O sea, que se encuentra investido de la mayestática capacidad de acusar a quien sea de enemigo de nuestro pasado y de nuestras más acendradas tradiciones culturales. Para mí que hay mucha gente con las tardes desocupadas. Y, por eso, se dedica a defender algo o a despotricar contra algo. Y aquí la cosa patrimonial es un coto donde se caza sin necesidad de licencia.

Pues verán, hay detalles, en apariencia insulsos, con gran importancia práctica. Y nadie dice ni pío. Lo de las jardineras-luminarias de la plaza de la Soledad clama al cielo. Parecen los ojos de un cocodrilo fosilizado y van a crear problemas, porque no se distinguen bien, con arreglitos y todo. Y además van a ser fatales para las procesiones --¡que yo tenga que defender las procesiones!--. No me extraña que las asociaciones preocupadas por los minusválidos protesten. Las cofradías y los defensores de la pureza arquitectónica debían estar ya poniendo el grito en el cielo. ¿Es eso distinto de lo del Museo de Bellas Artes? ¿No atenta contra el entorno? ¿Quién hace esos proyectos tan afectados, fijándose sólo en la estética (¿?) y no en la práctica y, sobre todo, quién da el visto bueno?

Y, ¡va por el cabildo catedralicio!, ¿no les parece un horror colgar ese Niño Jesús de bazar chino --no critico a los chinos por venderlos-- en la preciosa ventana renacentista de la torre? ¿No tienen ustedes un repostero o una colgadura más apropiada y digna? Su cartel también afea nuestro patrimonio. Es una marujada. Y, ahora, ¿quién protesta?