Lo siento, lo reconozco, a mí no sólo es que me guste la Navidad, sino que además me encanta. Gracias a las luces de las calles, los adornos de los escaparates, la música de los villancicos y la gente cargada de bolsas que sale de las tiendas atestadas, soporto con más alegría las bajas temperaturas que me dejan las orejas y los pies ateridos, en cuanto se me echa encima el puntual invierno.

Debo ir en contra de todos los snobs que ahora opinan que la Navidad es una horterada, que está cargada de topicazos que invitan al consumismo y sólo sirven para que las grandes firmas hagan su agosto en diciembre. Parece ser que lo que se lleva ahora es decir que hay que regalar en cualquier fecha, excepto en las señaladas. A mí, que me quiten lo bailao , me encanta comprar, me entusiasman los polvorones para desayunar, me ilusionan las reuniones en casa que terminan con champán, me entonan las comidas navideñas con los compañeros de trabajo y me enternecen las citas familiares con los platos llenos de sobras al día siguiente.

Yo soy así de hortera. Nunca he visto las calles del centro de Badajoz tan bonitas como ahora y tanto empeño por parte del ayuntamiento y de los vecinos por que haya bullicio en el centro, que la gente aproveche sus compras para asistir a actividades lúdicas o culturales. Ojalá yo pudiera ser uno de ellos.