Un pastor, Eróstrato, incendió y destruyó el templo de Diana en Efeso, una de las siete maravillas del mundo clásico, el 21 de julio del año 365 antes de Cristo. Sometido a tortura por Artajerjes para que confesara la causa de tamaña atrocidad, dijo que su único fin era lograr la fama a cualquier precio. Desde entonces, y aunque se ordenó que jamás se volviera a hablar del pastor, el erostratismo ha pasado a la historia como la enfermedad de los que desean sobresalir a toda costa, distinguirse, ser el centro de atención. Y hacen lo que sea para conseguirlo. En el Quijote se lee: "También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor, que puso fuego y abrasó el templo famoso de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase vivo su nombre en los siglos venideros; y aunque se mandó que nadie le nombrase ni hiciese por palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía se supo que se llamaba Eróstrato".

La sociedad está llena de eróstratos. Unos, desgraciadamente, asesinan y, otros, incendian. Los hay que mal meten, manipulan, engañan o se emplean con una demagogia y falta de escrúpulos que apabulla. Los eróstratos del siglo XXI son los que siempre tienen razón, aquellos que no permiten jamás que otros la tengan, quienes se esfuerzan cada día por prender una mecha, por echar gasolina al fuego, por tirar la piedra al escaparate desde la masa o vociferar barbaridades escondido tras la multitud. Son los del discurso ideologizado, los de la charlatanería sin argumentos, los de vaciar el cenicero en el semáforo o mirar para otro lado cuando el delito, la falta, la prepotencia, la soberbia o la poca educación procede de los suyos. Hay demasiados eróstratos en la actualidad. Desean una revolución sin calcular las consecuencias, un cambio del sistema ofreciéndonos uno caduco y con su perfil. Desean fuego y avenidas humeantes basándose en razones que ellos mismos se encargan de disfrazar para servir a sus propósitos. Víctor Hugo escribió: "-Y el viento, que hace mucho soplaba en las Sodomas/ mezcla en el sucio hogar y bajo el vil caldero/ al humo de Eróstrato con la llama de Nerón". Demasiados, van siendo ya demasiados los que, amparados en proclamas decimonónicas o supuestamente éticas, van dejando un rastro de azufre y fuego que también les acabará consumiendo a ellos.