Rectificar es de sabios, dijo el poeta británico Alexander Pope y seguramente muchos de nosotros habremos comprobado. Así, estoy de acuerdo con el aforismo de que la rectificación demuestra sabiduría, pero a renglón seguido decir que no siempre enmienda el daño. Es decir, un médico cuyo error causa un daño irreparable a un paciente podrá disculparse todas las veces que quiera, pero no podrá corregir el daño causado. O un juez cuya decisión errónea causa una injusticia. Se podrá demostrar la equivocación y pedirá perdón, pero el daño moral le perseguirá siempre. Pues en política muchas veces se cometen errores por los que se pueden pedir disculpas, pero las consecuencias serán difícilmente borrables. Es en mi opinión lo que le sucede al diputado y secretario general del Partido Popular en Badajoz, Juan Antonio Morales. Cometió el garrafal e iluso error de recoger un premio de la Fundación Francisco Franco, organización cuyo objetivo no es, por supuesto, la defensa de la democracia, todo lo contrario; y por mucho que pida perdón el daño a su imagen y a su partido es irreparable. Y vaya por delante que creo en las palabras de este diputado cuando asegura su firme defensa y creencia en los valores democráticos, pero hay errores que en política se pagan. Reconoce que fue un error de primero de políticas, que no comparte las ideas de la citada Fundación y que su presencia en ese acto con su compañero el alcalde popular de Guadiana del Caudillo era valorar la postura de los vecinos en defensa del nombre de su pueblo. Incluso Morales llegó a mostrar ayer en el pleno de la Asamblea de Extremadura una foto de su familia conocida en su pueblo por sus ideas políticas y donde su padre se presentó como concejal por el partido socialista. Lo podrá explicar mil veces y le honra; ni siquiera eso ha hecho Juan Antonio Pozo. Habrá quién le crea y quién no. Pero lo que no podrá borrar será su presencia en aquel acto. Y seguro que con el tiempo este error político parece que se olvida, pero siempre habrá un momento inoportuno para que cualquiera, sobre todo desde la oposición, se lo recuerde. Y no sólo a él, también a los dirigentes de su partido, en un plató, o recién proclamados en un Congreso.