"Soy del barrio, he vivido siempre en él y no me hubiera ido nunca, pero ahora me lo pienso". Así expresó Soledad Vargas el malestar que siente. Vive con su marido e hijos en una casa de realojo --para afectados de la riada-- en el nuevo Cerro de Reyes, y recordó que "era un barrio obrero, pero se vivía estupendamente, con un alto asociacionismo y con una ilusión que hoy no existen". Denuncia que su "abandono por los propios vecinos y por las autoridades. Ya no es el Cerro".

Vive en una manzana y una calle que se mantiene cuidadas por el interés de los vecinos, pero "dos más abajo: árboles caídos, suciedad y deterioro. El parque está destrozado y su quiosco de bebidas no se ha llegado a abrir, solo lo usan cuatro que no tienen nada que hacer". Y señala también el auditorio y sus aledaños en esa misma zona nueva, del que "nadie se ha ocupado desde que estamos aquí".

Explicó que "nunca fue la gente en zapatillas, en pijama, ni tendía ropa en la calle como ahora, y las pandillas que se ven dan miedo si tienes hijos pequeños". Esta vecina se queja de que "nadie lucha por nada y aquí no viene la policía, ni la limpieza, nadie cuida las zonas verdes que quedan y ahora han pintado, después de 30 años, la pista deportiva de las 400". Su idea sobre el barrio nuevo es que "parece como si esto fuera un regalo y no pudieras decir nada". No obstante, concluyó que "espero que cambie, porque aquí hay muchísimos vecinos muy buenos".