Llegada esta fecha no se habla de otra cosa. Y no me refiero ni a la crisis, ni al fútbol, ni a Garzón , que están hasta en la sopa, sino a la declaración de la renta y la escolarización de los niños. Toca hacer números y rascarse el bolsillo en muchos casos; y toca también, sobre todo en Badajoz, hacerse a la idea de que tu hijo es posible que no pueda ir al colegio que sus padres desean.

Porque vuelve a ser el mismo perro pero con distinto collar. Es decir, que los problemas que en los últimos años se vienen produciendo en Badajoz para escolarizar a los niños de 3 años se seguirán repitiendo, sencillamente porque sigue habiendo más demanda de plazas que oferta.

Así ocurrió el año pasado, principalmente en aquellas áreas de la ciudad donde el desarrollo de las infraestructuras educativas no ha sido parejo al del aumento de población. Y las consecuencias han sido nefastas. Desde la frustración de las familias que han recurrido, incluso, al fraude para escolarizar a sus hijos, hasta la inquietante decisión de la Administración de abrir nuevas líneas educativas, llegando a masificar algunos colegios públicos de la ciudad.

No es la primera vez que me refiero en esta columna a la trascendental importancia que tiene para los ciudadanos el hecho de que nuestros políticos tengan una clara visión de futuro. No se les pide que sean pitonisas, pero sí cierta agudeza para ver los problemas futuros. Y sobre todo que tengan la suficiente honradez y lealtad como para olvidar tretas y guerrillas fraticidas que puedan impedir el normal desarrollo de una sociedad.

Pero no se trata ahora de hacer historia, sino de mirar hacia adelante. Por eso es fundamental que no se demoren los plazos en la construcción de los nuevos centros previstos en Badajoz, o incluso que puedan plantearse algunas cuestiones que al parecer son anatema para algunos en nuestra comunidad, como la ampliación de plazas concertadas.