Arqueólogo

Lo que más me ha acabado preocupando del discutido monumento a Ibn Marwan es el rechazo de no se qué musulmanes. Como ciudadanos, si es que son reales, tienen el mismo derecho a opinar que los demás, pero debieran leer un poco más y no venir a imponer nada.

Digamos, en primer lugar, que, por musulmanes, no saben automáticamente más sobre arte islámico que los demás. Sería tanto como suponer que todos los cristianos, por el mero hecho de serlo, sean especialistas en Románico, en Gótico o en Barroco. No nos vengan con milongas. Lean un poco, que la cultura está en los libros.

Ibn Marwan no era árabe, era musulmán. Y no fue el fundador de la dinastía aftasí. Nadie autoriza a negarle una estatua en nombre del Islam, por una sencilla razón: la religión islámica no prohíbe la representación de imágenes. Lo diga quien lo diga. Eso sí, no las acepta en las mezquitas, ni en aquellos edificios --hablo del Islam clásico-- relacionados con el poder. La interpretación de un término de El Corán ha dado lugar a diversas opiniones entre doctores y las distintas dinastías musulmanas, árabes o no, las han aplicado de varios modos. Unos, suprimiéndolas radicalmente de sus manifestaciones artísticas. Manteniéndolas en sus obras de arte, con las dos únicas excepciones expresadas, los otros. Sólo así pueden explicarse las pinturas, magníficas, de los primeros palacios omeyas y abbasíes de Oriente o, sin ir más lejos, los extraordinarios marfiles cordobeses, llenos de imágenes. Y qué decir de los retratos de los sultanes otomanos de Turquía o safavíes, de Irán.