La apariencia de la arquitectura medieval y de mucha de la moderna ha cambiado desde sus orígenes. Lo que vemos hoy en día, en cualquiera de los estilos posibles, es un pálido reflejo de lo que fue y, además, contemplamos cómo la época del Romanticismo nos ha provocado una visión deformada y estereotipada de lo que eran los edificios del Medievo.

Las iglesias románicas, por poner un ejemplo, distaban mucho de poseer el aspecto serio, casi triste, que tienen en la actualidad. Por el contrario, estaban pintadas de colores, por dentro y hasta por fuera y, con toda seguridad, si de repente recuperasen su aspecto primigenio, seguro que provocarían algunas lipotimias.

Todavía en muchas iglesias románicas se ven restos de colorido. Cuándo se restaura alguna, ¿debiéramos restituirle ese aspecto o dejarla como actualmente la vemos?. Es una pregunta para los puristas . Por una parte, una restauración en regla supondría, según ese criterio, hacer recuperar sus colores originales a las fachadas. Pero, por otra, eso provocaría un escándalo monumental. ¿Quién oiría a las asociaciones del gremio de los lamentos?.

Con la arquitectura islámica ocurría lo mismo, incluso con la militar, y de esa tenemos en Badajoz un buen repertorio. Además, en estos últimos años se están plantando problemas técnicos en la restauración de varios monumentos de la ciudad que no trascienden a la opinión pública, o lo hacen, pero de forma escandalosa, y son, sin embargo, sumamente interesantes.

Merecerían una reflexión, acaso una discursión ponderada entre profesionales y personas de acreditada calidad intelectual. No se trata del acabado de un solo edificio. Lo que hacemos es mucho más, es recomponer, acaso inventar -hora era ya después de años de incuria y modernismos estúpidos- la estética de todo un casco histórico. No de una ciudad completa. Porque, sabemos que Pepito Grillo es necesario, pero no siempre tiene razón.