Los libros son experiencias de vida. Leer es un ejercicio que mejora el alma y el corazón. No sé cuántos libros habré leído, igual que películas vistas, pero sí recuerdo mi primera cita. Con las películas, en el cine de verano Santa Marina, La vida sigue igual y, a partir de ahí, una aventura que está durando miles de historias. Con los libros, aquella colección ilustrada que tenía mi hermana en una estantería de su cuarto y que llamó mi atención desde muy pequeño: los clásicos juveniles de la Editorial Bruguera. Descubrí a Julio Verne, Mark Twain, Defoe, Salgari, Melville, Allan Poe, Dumas o Scott. Incluso a Don Quijote.

Le siguieron los cinco de Enid Blyton, toda Agata Christie y las hermanas Bronte con Jane Eyre como empujón definitivo hacia una experiencia, diferente a las películas, pero igual de emociónate y sobrecogedora. Porque se trata de una experiencia que se vive y disfruta en soledad y siempre permite recorrer universos inesperados. Leer me dio oxígeno como las películas me dieron la vida y, el niño que fue creciendo entre imágenes y palabras, se hizo mayor amando los libros y las películas.

Cuando las lecturas obligatorias, en el instituto Zurbarán, por supuesto, llegaron el siglo de oro, el romanticismo, el realismo, las generaciones, la literatura de posguerra, y clásicos eternos como Cervantes, Galdós, Baroja, Lorca, La Celestina, Borges, Cela y, en fin, Salinger, Shakespeare, Homero, Austen, Dickens, Kafka, Hesse, los filósofos de COU y la literatura de verano o fin de semana. Las ferias del libro sirven para perderle el miedo a los libros. Porque salen a la calle, conviven con la gente y seducen a los lectores. Pero nada como un buen libro entre las manos, elegido deliberadamente y las ganas de terminarlo, para empezar con otro, como si todo hubiera pasado.

Ahora, estamos con Manuel Vilas y Ordesa, el suave tacto de la literatura, con Cuatro Príncipes de John Julius Norwich (su Historia de Venecia es otra experiencia, pero de más de 800 páginas; ¿será por páginas? más de mil con la edición anotada de Lovecraft, que me aterraban de adolescente), el aire fresco de César Brandon con su poesía, y el cine en los libros, con César Antonio Molina y su Tan poderoso como el amor o Los tesoros de la cripta de Juan Manuel de Prada. La aventura de leer es la vida haciéndonos sentir.