Periodista

Quedan menos de tres meses para que culmine el plazo que Renfe ha dado a Cáritas para que el Centro Hermano, de acogida de transeúntes, abandone las instalaciones que ocupa junto a la estación de tren, en la barriada de San Fernando. Cáritas no tiene nada que reprochar a Renfe, pues la empresa ha ampliado el contrato de alquiler cuanto ha podido, hasta que ha llegado el momento de poner en práctica sus intereses empresariales en este inmueble, que será derribado para la construcción de viviendas.

Faltan menos de tres meses y Cáritas sólo tiene en perspectiva un antiguo edificio de la frontera de Caya, que ni siquiera está asegurado, porque falta la confirmación del Ayuntamiento de Badajoz. Pero el problema es que estas instalaciones de la antigua aduana no pueden ser la ubicación definitiva del Centro Hermano, porque están demasiado alejadas del centro de la ciudad, situación que contradice la propia filosofía de la institución, que es la reinserción de las personas que atiende.

Parece mentira que una entidad caritativa por excelencia, no encuentre caridad alguna entre las Administraciones ni en la sociedad en general, pues en definitiva Cáritas está cubriendo un vacío que desde ninguna otra instancia se atiende, como es ofrecer un lugar a aquellos a los que la sociedad ha expulsado de su seno. Los voluntarios para llevar adelante el Centro Hermano no faltan, tal vez porque no dependen de nada ni de nadie para dar el paso. Encontrar un techo a los sin techo es más difícil, al menos en Badajoz, donde nada ni nadie se da por aludido.