Le «robo» a mis amigos del Mesón Lo Nuestro y a Manolo Cortés las fotos que han tenido a bien subir en el Facebook en estos días de San Juan y que nos ofrecen dos perspectivas muy diferentes del Ferial. La primera es de cuando se situaba donde hoy el mercadillo de los martes. No existía el Puente Real ni carretera que dividiera el terreno, pero sí, desgraciadamente, la central eléctrica que, por suerte, continúa sin darnos ningún susto. Eran ferias del teatro chino de Manolita Chen, de circos de tres pistas que ayudábamos a montar para que nos regalaran pases, de casetas bien asentadas que representaban a mucha gente y colectivos (todavía recuerdo aún con Galerías Preciados de cuerpo presente aquella que se llamaba El tijeretazo británico), del perrito piloto y la muñeca chochona, de los coches chocantes de Naranjo, el galeón, el zigzag, el gusano loco y las escopetas para tirar en busca de bolas de anís. Era la época cuando a la Feria se podía ir andado, no había botellón alguno y las aglomeraciones de tráfico tampoco suponían una catástrofe sideral.

La foto de Manolo muestra un Ferial colorido, simétrico, como de diseño, con cada instalación en su sitio y Lusiberia en medio. El Ferial de ahora nos gusta menos, es más frío (esto es una metáfora) pero estaba claro que había que evolucionar y que nos costará tiempo sumar anécdotas. La otra noche, antes de inaugurar la Feria de San Juan, miraba la noria, de feliz regreso, y recordaba aquellos viejos tiempos de noria con expectativa de caída, es decir, de cazoleta al aire, balanceándose y peligrosa como pocas atracciones. Hablamos de veinticinco años atrás o más cuando me subí por última vez a una, acompañado por dos fotógrafos de prensa, Santi García y Santi Rodríguez, para intentar sacar las mejores imágenes y que, en lo más alto, los dos se pusieron de pie, a moverse, a enredar, a enfocar, mientras yo gritaba, despavorido, fuera de mí, agarrándome con fuerza a los pocos hierros que allí había, sudando la gota gorda y a punto de caer al vacío. Era la feria de la primera foto, como antes fue la de La Paz, el circo ruso en la Memoria de Menacho o la verbena de San Francisco y, qué quieren que les diga, que tanto ejercicio de melancolía demuestra que igual, a veces, solo a veces, cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque estuviera a punto de matarme en la noria.