Como le pasara a su compañero Miguel Angel Perera el día anterior, Javier Solís no tuvo la alternativa que hubiera soñado. Los inicios parecieron prometedores, pero la tarde no terminó de lanzarse para bien. Resultó noble y manejable Enredador, toro del doctorado de Solís, al que el pacense toreó con relajo y buen gusto. Por el pitón derecho hubo buenos muletazos, de trazo largo y bien rematados abajo, pero por el otro lado el de Zalduendo se tuvo menos fuelle. Estuvo el público con el diestro local, muy metido en la faena y hubiera conseguido éxito mayor si acierta con la espada al primer intento. El último fue un toro manso y complicado con el que Solís hizo un esfuerzo que no tuvo recompensa por la escasa colaboración del animal.

Antonio Ferrera tuvo una tarde muy completa en la que se mezcló el triunfo con el dolor. Encandiló al público en sus dos faenas y se llevó tres orejas, pero tuvo que salir por la enfermería después de que el cuarto le cogiera de forma dramática cuando iba a colocar el tercer par de banderillas. Pareció no tener nada, pero una vez acabó su lidia, se puso en manos de los médicos que le apreciaron una cornada interna, de pronóstico reservado, de la que tuvo que ser operado. Antes, con el facilón segundo, dejó muletazos muy lentos, y con el que le hirió, estuvo muy asentado y volvió a torearlo con cadencia y temple.

Miguel Angel Perera, que sustituía a Enrique Ponce, volvió a tener, como la tarde de su alternativa un lote que puso a prueba su gran valor. El tercero se paró, no tuvo recorrido y Perera optó por la corta distancia. Se metió entre los pitones y en ese sitio, con las plantas firmes, expuso mucho con esa serenidad que posee. El quinto, que salió como sobrero fue el toro de más presencia de la corrida. Todo se quedó en la fachada, porque tuvo malas intenciones y volvió a pedirle el carnet del valor a Perera. El joven diestro quiso, lo intentó, pero no pudo torearlo a gusto. De nuevo se la tuvo que jugar de verdad y hubo momentos de apuros, aunque los solventó con su capacidad.