Ver la Mezquita de Córdoba con un agujero negro en el centro o el acueducto romano de los Milagros torcido, como si sus piedras se estuvieran derritiendo, no es producto de un mal sueño o del consumo de algún psicotropico, son los síntoma de una enfermedad común pero a la vez desconocida: la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), principal causa de ceguera legal en España.

Cerca de medio centenar de fotógrafos de distintos puntos de España han conseguido ponerse en la piel, o más bien en los ojos, de las personas que sufren esta enfermedad y han plasmado en sus fotografías lo que estas personas perciben a través de sus ojos.

Una selección de estas fotos se pueden ver en la I Exposición Fotográfica Una mirada a la esperanza que se muestra en el Palacio de Congresos de Badajoz, organizada por la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma), la Sociedad Española de Retina y Vítreo (SERV) y la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España.

La muestra está integrada por 30 imágenes de monumentos y enclaves de distintas ciudades que aúnan el arte con los síntomas más relevantes de la enfermedad. Entre ellas se incluyen la obra ganadora del concurso nacional, la mezquita de Córdoba, fotografiada por Sánchez Moreno, así como obras del extremeño Paco Guerrero, ganador del certamen en su fase autonómica.

Imágenes distorsionadas, borrosas y con el color alterado, contrastan con la belleza de los monumentos y del paisaje. "Cuesta imaginar que se pueda ver así", afirma Paco Guerrero, quien asegura que antes de participar se documentó sobre la DMAE.

Esta exposición forma parte de una campaña informativa, en la que participa el jefe del Servicio del Hospital Perpetuo Socorro, Juan Pedro Torres Pereda, cuyo objetivo es la detección precoz de esta enfermedad, que afecta en España a 525.000 personas, cerca de 16.000 en Extremadura. Cada año hay unos 26.000 nuevos casos.

"Es una enfermedad bastante traicionera porque cuando empiezan los síntomas es más complicado tratarla", según Juan Pedro Torres, quien recuerda que "la persona afectada ve como si le pusiesen un dedo delante del ojo, el dedo impide que vea lo que le tapa pero sí puede ver alrededor, lo que incapacita para la vida cotidiana".

Pero los síntomas empiezan antes. No obstante, ya se puede conocer, incluso genéticamente, quiénes la padecen, "hay un prototipo: personas hipermétropes, con ojos claros, con poco pigmento, que los padres tengan la enfermedad, muy expuestas al sol, fumadores, con arterioesclerosis, alzheimer, con una vida muy sedentaria y colesterol elevado". Teniendo estos datos se puede prevenir, o al menos retrasar su aparición.