Suele acudir cada año a la misa que se celebra en la iglesia del Cerro de Reyes en recuerdo de la riada. Ha seguido haciéndolo desde que no es alcalde. Miguel Celdrán llevaba poco más de dos años en la Alcaldía de Badajoz cuando ocurrió la mayor tragedia que ha sufrido esta ciudad en su largo mandato. A pesar del tiempo transcurrido, sus recuerdos siguen intactos.

20 años después, cuenta que aquella noche se acostó más temprano de lo habitual. El primer teniente de alcalde y la segunda, Alejandro Ramírez del Molino y Cristina Herrera, «se dieron cuenta de lo que se aproximaba, dieron una vuelta por Badajoz y vieron que los contenedores se los llevaba el aire, caídas de árboles y que a San Roque no se podía pasar». Lo llamaron pero como no respondía, fueron a buscarlo a casa y en cuanto tuvo conocimiento de lo que ocurría, avisó al presidente de la diputación, Eduardo de Orduña, para organizar la acogida de afectados en el pabellón Hernán Cortés. «Daba angustia la oscuridad y el frío de aquello, la gente en camisón, tuvimos que buscar mantas». Se marchó a la Delegación del Gobierno, donde no había comunicación telefónica. El delegado, Oscar Baselga, lo consiguió a través de Portugal. Recuerda que al primer equipo de bomberos que llegó le preguntó por la situación. Las primeras noticias eran que había dos fallecidos. «Venían llorando y agotados y me dijeron que por lo menos había veinte muertos».

También se le viene a la mente el momento en que se oyó a través de un walkie-talkie a alguien que gritaba «está bajando, ha bajado un centímetro». Esa persona había puesto un testigo a la altura del colegio Pastor Sito y se dio cuenta de que ya no estaba cubierto de agua. «A partir de ahí empezó a bajar, pero las noticias que venían eran terribles». «Fue una noche durísima», lamenta. Al día siguiente, reunió al equipo de gobierno y a pesar de la situación económica en la que estaba el ayuntamiento, su decisión fue ayudar a cada familia afectada con 300.000 pesetas (1.800 euros), para las que se pidió un préstamo. Después fue consciente de que algunos beneficiarios no las necesitaban «pero al 60% les vino muy bien» .

«Tuvimos la mano de Dios encima», dice, cuando menciona que se pudiese abrir el hospital Perpetuo Socorro, aún en obras, para atender a los afectados. Destaca la atención de todos los trabajadores sanitarios, que «hicieron un hotel de 5 estrellas», en el que los alojados estuvieron «el tiempo que hizo falta». Tal es así, que bromea con que a algunos costó que se marchasen.

«España se portó de maravilla», menciona, al referirse a todos los colectivos que dieron amplias muestras de solidaridad. «Fue un río de generosidad inolvidable». Son muchos los detalles que no quiere dejar de mencionar. Apunta que hubo un «ejemplo de coordinación» entre el entonces presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y el gobierno central del PP. En Badajoz estuvo Francisco Álvarez Cascos «y en media hora solucionaron todo». Las administraciones se repartieron las responsabilidades. El alcalde de Madrid envió viviendas modulares para alojar a las familias de afectados y pagó el traslado, el montaje y el desmontaje. «Ahora mismo en Badajoz debido a la riada no hay quien viva en una chabola, y eso que han pasado años muy difíciles». Celdrán pasa a menudo por el Cerro de Reyes «y es una urbanización preciosa». «Se quitaron las infraviviendas y se dieron viviendas dignas», apunta, al tiempo que reconoce que pudo haber abusos, como con las ayudas, «pero la mayor parte llegó a quien le hacía falta».

Echando la vista atrás y con todos los datos recogidos desde entonces sobre lo sucedido, está convencido de que nada de lo que ocurrió se pudo haber evitado. Es más, piensa que aunque se han tomado medidas para prevenir un ciclo de 500 años, «como caigan dos gotas más estamos en las mismas», advierte.

Como alcalde, fue la situación más grave que tuvo que vivir y afrontar. Recuerda que lo invitaron a subir a un helicóptero para ver desde arriba los daños de la catástrofe. No quiso y lo hizo José Antonio Monago. «Había vaquerías con los animales flotando y decía el piloto del helicóptero que aquello no parecía campo sino el mar», cuenta.

También le viene a la memoria el cansancio de aquel día y las botas de goma que le dieron, que tanto pesaban. No puede dejar pasar la oportunidad de reconocer la labor de sus concejales, especialmente de Ramírez del Molino, ya fallecido, Cristina Herrera, Consuelo Rodríguez Píriz y Antonio Ávila. Para todos, también los demás, tiene palabras de agradecimiento.

Celdrán reconoce que «aún quedan» cuestiones sin resolver, porque el ayuntamiento sigue adquiriendo viviendas, «muchas de ellas porque no sabemos quiénes son los dueños y otros porque mal aconsejados decían que sus casas valían más, pero nosotros sólo podíamos pagar el justiprecio». A Celdrán no le sorprende que después de 20 años queden aún flecos pendientes debido a lo que cuesta adquirir las viviendas afectadas, un dinero que no se recupera construyendo otras nuevas, pues el ayuntamiento compra el solar y lo entrega a la CHG. Sin embargo, a pesar del esfuerzo que supone, no reprocha que otras administraciones no hayan arrimado el hombro y que todas las adquisiciones hayan corrido a cuenta del ayuntamiento. «Nunca he pensado en eso y que yo recuerde nunca he pedido a otras administraciones que echen una mano».